Aqui todos los estudios
.
;
...
Lista top
.,
..
 

...


Hasta el último de la tierra

 

·         Capítulo   1: El Mundo Romano

·         Capítulo   2: Fueron Esparcido

·         Capítulo   3: ¿De Quién Dice Esto el Profeta?

·         Capítulo   4: Vaso Escogido

·         Capítulo   5: Tabita, Levántate

·         Capítulo   6: En la Casa de Cornelio

·         Capítulo   7: A los Gentiles

·         Capítulo   8: Librado de la Mano de Herodes

 

Parte II: LA EXTENSIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO

·         Capítulo   9: Apartadme a Bernabé y a Saulo

·         Capítulo 10: Nos Volvemos a los Gentiles

·         Capítulo 11: Dioses Han Descendido

·         Capítulo 12: La Fe Sin Obras es Muerta

·         Capítulo 13: Justificados Por la Fe

·         Capítulo 14: Ninguna Carga Mayor

 

Parte III: LA EXPANSIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO

·         Capítulo 15: Un Varón Macedonio

·         Capítulo 16: Serás Salvo Tu...

·         Capítulo 17: Al Dios No Conocido

·         Capítulo 18: No Queremos Que Ignoréis

·         Capítulo 19: Mucho Pueblo en Esta Ciudad

·         Capítulo 20: ¡Grande es Diana de los Efesios!

·         Capítulo 21: A la Iglesia de Dios en Corinto

·         Capítulo 22: Poder de Dios para Salvación

·         Capítulo 23: Todo el Consejo de Dios

 

Parte IV: EL TRIUNFO DEL MINISTERIO DE CRISTO

·         Capítulo 24: Dispuesto a Ser Atado

·         Capítulo 25: Escuchad la Defensa

·         Capítulo 26: Ten Ánimo

·         Capítulo 27: Cuando Tenga Oportunidad

·         Capítulo 28: A Cesar Apelo

·         Capítulo 29: El Viaje

·         Capítulo 30: También en Roma

·         Capítulo 31: Preso en el Señor, Os Ruego

 

Parte VI: EL ENRIQUECIMIENTO DEL MINISTERIO DE CRISTO

·         Capítulo 32: Un Buen Ministro de Cristo

·         Capítulo 33: Teniendo Tan Gran Sumo Sacerdote

·         Capítulo 34: Para Que No Caigan

·         Capítulo 35: Comunión Con Nosotros

·         Capítulo 36: El Alfa y la Omega

 


 

PARTE 1

 

LA TRANSICIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO

 

 

CAPITULO 1

 

EL MUNDO ROMANO

Preguntas de Preparación

1. ¿Cómo ayudó el Imperio Romano a la extensión del cris­tianismo?

2. ¿Cómo ayudó la cultura griega a la extensión del cristia­nismo?

3. ¿Cuál era la situación religiosa en el Imperio Romano?

 

Introducción

Jesús dijo a sus apóstoles que habían de ser sus testigos en "Jerusalén y en toda Judea y en Samaria y hasta lo último de la tierra". (Hch. 1:8). Puesto que ahora nos toca estudiar el avance del evangelio dentro del mundo romano, debemos dete­nernos un momento para conocer dicho mundo, al cual iba el evangelio.

 

1. El Gobierno Romano

En la época en la cual les fue dada a los apóstoles la Gran Comisión, era Roma quien gobernaba al mundo. El Imperio Romano sometió todo el Mar Mediterráneo; alcanzó hasta las Islas Británicas e incluyó la mayor parte de lo que se conocía del mundo de aquel entonces.

Roma se fundó durante la época del reino dividido de Pa­lestina. Más o menos en la época cuando los judíos estaban res­taurando Jerusalén y el templo, Roma desarrolló una fuerte forma de gobierno republicano. Su poder se extendió rápida­mente y por la época de Cristo, Roma ya reinaba en el mundo entero. No obstante que Roma era una república, sus gober­nantes empezaron a usar el ejército para aumentar su propio poder personal. En el año 27 a.C., Augusto llegó a ser el em­perador de Roma. Desde entonces, el gobierno permaneció en las manos del emperador.

El mero corazón del Imperio Romano era pequeño (Italia), y en su alrededor se encontraban muchas provincias. No debe­mos pensar que dichas provincias eran como nuestros estados alrededor del Distrito Federal de México. Algunas de éstas habían sido cedidas a Roma; la mayor parte había sido con­quistada. Dichas provincias existían simplemente para el pro­vecho de la misma Roma. Eran gobernadas por hombres nom­brados por el emperador o por el senado romano. Tenían que pagar impuestos a Roma, y batallones de soldados romanos estaban destacados en ellas.

El hecho de que el mundo conocido entonces se encontrara bajo un sólo gobierno, facilitó los viajes de los apóstoles de un lugar a otro. No se encontraron con ejércitos hostiles ni con fronteras cerradas. Los romanos habían construido una amplia red de buenas carreteras. El tráfico marítimo ligaba a todos los países que bordeaban el Mediterráneo. Y aunque a veces los viajeros tuvieron que enfrentarse a bandidos y a piratas, por lo general tales peligros habían sido reducidos en gran manera por el ejército romano.

Los romanos son famosos por su sistema legal, y el derecho romano se había extendido a todas las partes del imperio. Por consiguiente, los misioneros cristianos tenían la manera de apelar a la justicia en dondequiera que fueran. Aquellos que, como Pablo, eran ciudadanos, gozaban de privilegios especiales. Pablo usaba dichos privilegios siempre que fuera necesario, aun al grado de apelar a César cuando le fue negada la justicia en Judea.

 

2.  La Cultura Griega

Antes de que los romanos llegaran a ser los que gobernaban al mundo, los griegos habían conquistado la mayoría de las tierras al oriente de Grecia. Cada país conquistado por ellos, se influenciaba grandemente por su cultura. El idioma griego llegó a ser el idioma común; se produjeron dramas, todos en griego; lo que se leía era literatura griega. Y aunque los ro­manos conquistaron al mundo, ellos mismos fueron conquista­dos por la cultura griega. Aun en la capital, la misma Roma, prevaleció la cultura griega. Esto explica por qué, cuando Pablo hacía referencia a los no judíos, los llamó "griegos".

La preponderancia de la cultura griega fue importante en la iglesia cristiana. El uso universal del idioma griego facilitó la predicación a todo hombre dondequiera que iban los após­toles. Hizo posible que los escritos del Nuevo Testamento se extendieran en forma rápida en varias partes del mundo.

La misma cultura griega era tal que proveía una puerta abierta para el evangelio de Cristo. Grecia había tenido gran­des filósofos; mas ninguno de ellos había podido dar una res­puesta al problema del pecado. La cultura griega entera se encontraba enferma y con necesidad de un sanador. El men­saje que predicaban los cristianos, llenaba esta necesidad, al presentar a Jesucristo como el Salvador de los pecadores.

 

3. La Estructura Social

Dentro del mundo pagano (no judío) había distintas clases sociales: los aristócratas, el pueblo común, los esclavos y los hombres libertos. Por lo general la mayor parte de los aristó­cratas eran los dueños de grandes extensiones de tierra y eran muy ricos. En contraste, la mayoría del pueblo común era po­bre. Aquellos que tenían pequeñas porciones de tierra no podían competir con los aristócratas que usaban gente esclava para trabajar sus haciendas. Muchos de estos hombres "del pueblo" perdieron sus terrenos a manos de la aristocracia, y se fueron yendo a las ciudades. Expresaban su descontento con violencia muchas veces. Quizás esto explica el por qué juntaban las masas con tanta facilidad aquellos que se oponían a los após­toles.

Los esclavos formaban una clase aparte. Algunos de ellos habían sido capturados durante las guerras de Roma; otros habían sido vendidos como esclavos, para cobrar sus deudas. Muchos esclavos gozaban de una buena educación. Uno de los grandes filósofos, nombrado Epíteto, era esclavo. A algunos de los esclavos les fue concedida su libertad. Otros la compraron; estos esclavos formaron una clase social especial, cono­cida por "libertos".

 

4.  La Vida Religiosa

Durante la época que estamos estudiando, existía una gran variedad de creencias religiosas en el Imperio Romano. De manera breve veremos las creencias más comunes.

Los griegos adoraban a muchos dioses. Los romanos acepta­ron esta creencia politeísta. Aunque los dioses griegos, se les dieron nombres nuevos —el dios Zeus llegó a ser Júpiter, Hera llegó a ser Juno, y así por el estilo— sin embargo, eran los mismos dioses con semejanza de hombres, con las flaquezas y los pecados humanos. La poca profundidad de sus dioses resul­tó en una religión también sin profundidad alguna, y ya para la época de Cristo, la adoración de dichos dioses estaba decli­nando.

La religión politeísta junto con el gobierno totalitario se combinó para desarrollar el culto al emperador. Puesto que el emperador gozaba de mucho poder, y lo usaba para bien del estado, los hombres empezaron a adorarle. Durante la Edad Apostólica, los emperadores mismos no buscaban que les dieran culto; pero de todos modos la tendencia crecía. Ya para el fin del primer siglo, el culto al emperador constituía un verdadero problema para los cristianos, los cuales no podían rendir culto a un ser humano. Los paganos interpretaban esto como falta de patriotismo, y en consecuencia, persiguieron a los cristianos.

Las religiones de misterio del Lejano Oriente encontraron una buena aceptación en el imperio porque ofrecían algo que no podían ofrecer ni los dioses antiguos ni el culto al emperador. Los seguidores de estas religiones estaban en contacto con un dios que supuestamente había muerto y vuelto a vivir. Por medio de ceremonias muy elaboradas de iniciación se les pro­metía la inmortalidad a los seguidores.

Además de las religiones ya nombradas, existía una enorme cantidad de supersticiones en el mundo romano. Las masas creían en la magia, cosa que se demuestra en el relato acerca de Simón el Mago (Hch. 8:9-13). La creencia en los demonios estaba muy extendida, y se publicaban las distintas maneras del exorcismo. La astrología, que sostiene que las estrellas afectan a las vidas humanas, era practicada tanto por la nobleza como por el pueblo.

 

5. Las Filosofías

Las religiones del Imperio Romano ofrecían solamente: o un ritual hueco, o una superstición burda. Como resultado, los hombres pensadores se refugiaron en las filosofías que procu­raban explicar el universo y guiar a los hombres hacia el Sumo Bien. Algunas de estas filosofías son importantes para nuestro estudio.

El GNOSTICISMO prometía la salvación por medio del conocimiento de ciertos secretos. Los gnósticos creían que la materia es mala. Por lo tanto, Dios, siendo bueno, no pudo haber creado al mundo. El hombre tiene que renunciar al mun­do material si ha de encontrar la salvación. Y para poder re­nunciar al mundo, uno tenía que conocer los secretos del gnos­ticismo. Algunos gnósticos enseñaban que para renunciar al mundo era necesario el ascetismo, o sea, el rechazar la satisfac­ción de cualquier deseo que no era absolutamente indispen­sable. Decían: "Tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques" (Col. 2:21).

El EPICUREISMO enseñaba que son los placeres las prin­cipales metas de la vida. No se recomendaba la satisfacción de todo tipo de placeres, sino el escoger aquellos que proporcio­naran una satisfacción más prolongada. El epicureismo era antirreligioso, al negar que los dioses tuvieran que ver algo con la vida del ser humano. Presentó una atracción muy grande, por ofrecer al hombre la búsqueda de lo que realmente desea­ba: el placer.

El ESTOICISMO era una filosofía de la razón pura. Negaba que existe en la vida un lugar para el sentimiento. Los estoicos buscaron el perfecto control propio, sin dar lugar alguno a los sentimientos. El estoicismo era un punto de vista fatalista de la vida; sostenía que todo estaba predeterminado, y que nada podía cambiarse. Lo único que uno puede hacer, es aceptar las cosas tal como son. El estoicismo procuró impulsar al hom­bre a actuar virtuosamente; pero nunca pudo impulsarlo a intentar reformas que cambiaran el sino común de los hombres.

 

Conclusión

Este, entonces, era el mundo en el cual el cristianismo hizo su aparición. Era un mundo unido por la ley romana y la cul­tura griega. Era un mundo muy religioso, mas las religiones de la época no podían satisfacer las necesidades intelectuales, ni las morales, ni las espirituales del hombre. Era un mundo enfermo moralmente con una desesperada necesidad de salud divina. Precisamente con este mensaje de salud, los apóstoles salieron al mundo romano, y llevaron a los hombres pecadores, la salvación que Dios había provisto en Jesucristo.

 

***

CAPITULO 2

FUERON ESPARCIDOS

 

Léase Hechos 8:1-25.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué produjo el  extendimiento del  evangelio más allá de Judea?

2. ¿Cuál era el efecto del evangelio en Samaria?

3. ¿Qué le sucedió al mago Simón?

 

Introducción

Desde el principio del ministerio público de Jesús, el evan­gelio se había predicado casi exclusivamente a "las ovejas per­didas de la casa de Israel" (Mat. 10:6). Aún después del Pentecostés, la iglesia tuvo su centro en Jerusalén y sus miembros eran judíos. Pero Cristo no pensó que su iglesia permaneciera como un grupo de judíos solamente. El había venido no sola­mente para "levantar a las tribus de Jacob y restaurar los aso­lamientos de Israel" (Isa. 49:6), sino también había venido para dar "luz a los gentiles" (ídem.) En Hechos 8-12 Lucas nos describe la transición en la iglesia, cuando el énfasis cambia de los judíos a los gentiles. El primer paso en dicha transición fue la predicación del evangelio a los samaritanos.

 

1. La Persecución

La muerte de Esteban señaló el principio de la primera per­secución que la iglesia tuvo que soportar. Anteriormente, la ira de los gobernadores había sido dirigida contra los apóstoles. Ahora los otros creyentes eran los perseguidos. Puesto que esta persecución tiene que ver con el apedreamiento de Esteban, podemos pensar que los cristianos helenistas sufrieron el embate más fuerte. Muchos cristianos tuvieron que huir de la ciudad, mas los apóstoles se quedaron en Jerusalén.

Saulo de Tarso había estado en completo acuerdo con el apedreamiento de Esteban. Después de la muerte de Esteban, Saulo se hizo líder de aquellos que se opusieron con la fuerza a la iglesia. Su maestro Gamaliel, los había aconsejado que tuvieran paciencia, pero Saulo consideró los cristianos como un grupo de herejes peligrosos, que debían ser destruidos.

Sin embargo, la persecución resultó contraproducente. Cuando por la furia del ataque de Saulo contra ellos, los cristianos tu­vieron que huir de Jerusalén, "iban por todas partes anuncian­do la palabra" (Hch. 8:4). Los esfuerzos de Saulo para des­truir a la iglesia fueron usados por Dios para su crecimiento.

 

2. El Evangelio Proclamado en Samaria

El diácono Felipe estaba entre los que fueron esparcidos. El se fue a la ciudad de Samaria y allí proclamó a Cristo. Tene­mos que tener presente lo que dice Juan 4:9, "los judíos no se tratan con los samaritanos". Había una fuerte pared de pre­juicio que Felipe tuvo que romper para llevarles el evangelio a los samaritanos. Pero Felipe tenía presente que Jesús había insistido, que los discípulos tendrían que ser testigos en Samaria también.

El ministerio de Felipe en Samaria fue todo un éxito. No solamente predicó el evangelio, sino obró muchas señales y milagros. Felipe pudo echar fuera a los demonios y sanar a los paralíticos y a los cojos. Como resultado, el pueblo escuchó ansiosamente su predicación y recibió gozoso el mensaje que él traía.

Samaria era el lugar de residencia de un mago llamado Simón. Por sus artes mágicas Simón había logrado el control de la gente de tal manera que ellos pensaron "Esto es la gran virtud de Dios" (v. 10). Pero lo que hacía Felipe opacaba el prestigio de Simón. Muchos que antes habían reconocido su poder, ahora creyeron al evangelio y fueron bautizados. Final­mente aun el mismo Simón fue convencido por los milagros de Felipe y creyó y fue bautizado. Después de su bautismo, Simón pasó mucho tiempo con Felipe, y quedó completamente sor­prendido por el gran poder que tenía Felipe.

La iglesia en Jerusalén, al recibir el informe del trabajo de Felipe en Samaria, mandó a Pedro y a Juan allí. Dichos após­toles descubrieron que los creyentes de Samaria no habían recibido el don del Espíritu Santo como los judíos lo habían recibido en el Pentecostés. Así que pusieron las manos sobre ellos, orando, y los samaritanos entonces recibieron el don que los capacitó a hablar en lenguas y hacer otras maravillas. Este hecho de los apóstoles era una señal clara de que los cristianos judaicos estaban dispuestos a aceptar a los Samaritanos como iguales a ellos. Aquella antigua pared de prejuicio cayó bajo el fuerte impacto del evangelio de Jesucristo.

Simón, atónito por lo que vio en Felipe, quedó todavía más sorprendido por lo que vio cuando vino el Espíritu Santo por medio de los apóstoles. Parece que él había considerado a Felipe como un mago más poderoso que él. Ahora veía que los após­toles eran todavía mayores que Felipe. El deseaba este poder de impartir el Espíritu Santo, así que ofreció dinero a los após­toles, como si el Espíritu Santo fuera un truco mágico que él pudiera comprar.

Pedro inmediatamente se dio cuenta de que la actitud de Simón revelaba un corazón que no había cambiado. Por lo tanto lo denunció y lo llamó a un arrepentimiento de su pecado. Simón contestó (v. 24), "Rogad vosotros por mí al Señor, que ninguna de estas cosas que habéis dicho venga sobre mí". No podemos saber si esta petición vino de un corazón arrepentido o no. La tradición dice que Simón llegó a ser el líder entre los herejes y se opuso siempre a los apóstoles.

Después que los apóstoles habían terminado su trabajo en Samaria, regresaron a Jerusalén. Durante su viaje de regreso siguieron el ejemplo de Felipe, y predicaron el evangelio en los pueblitos samaritanos donde pasaron. Así pudieron probar que el ministerio de Felipe no era algo excepcional, sino que el camino de la salvación estaba, en verdad, abierto tanto a los de Samaria como a los judíos.

 

***

 

CAPITULO 3

¿DE QUIEN DICE ESTO EL PROFETA?

 

Léase Hechos 8:26-40.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿A qué tipo de persona fue enviado Felipe con el evan­gelio?

2. ¿En qué se nota la evidencia de la mano de Dios en esta lección?

 

Introducción

Felipe había derrumbado la barrera del prejuicio y había proclamado a Cristo a los samaritanos. Sin embargo, su obra no estaba terminada. Indirectamente, él iba a ser también el instrumento por el cual el evangelio llegaría a los gentiles.

 

1. El etíope

Después de haber terminado su trabajo en Samaria, Felipe recibió la dirección divina para lo que tenía que seguir. Se le dijo que debía viajar al camino que va al suroeste, de Jerusalén a Gaza. Al llegar a dicho camino, vino un hombre que viajaba en un carruaje cubierto. Este hombre era de la antigua tierra de Etiopía al sur de Egipto en los extremos del río Nilo. Era hombre de importancia, al ser tesorero de la reina madre, Gandace. (A los reyes de Etiopía los tenían como hijos del Sol, y por eso, demasiado sagrados para trabajar en los negocios seculares del reino. Así que la reina madre, a quien le daban el título Candace, era la persona que realmente gobernaba). Este hombre regresaba de Jerusalén, a donde había ido para adorar. Por eso deducimos que debe haber sido un prosélito judaico, o un "temeroso de Dios" los cuales eran considerados un poco menores que los prosélitos.

El Espíritu Santo indicó a Felipe que se aproximara a este hombre. Al acercarse al carro, que rodaba lentamente, oyó al hombre leyendo, pues en aquel entonces era costumbre común leer en voz alta.  El etíope leía del capítulo 53 de Isaías, donde menciona la muerte del Siervo de Jehová.

 

2. El Evangelio

Felipe preguntó al hombre si entendía lo que leía.  El hombre confesó que no lo entendía, y le pidió a Felipe que subiera al carro para sentarse a su lado y ayudarlo.   Así fue que Felipe "comenzando de esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús" (Hch. 8:35).

No hay ninguna evidencia de que, antes del tiempo de Cristo, ninguno interpretara los Cantos del Siervo, de Isaías, relacio­nándolo con el Ungido de Jehová que se menciona en Salmo 2, ni con "aquel cuya apariencia es semejante a un hombre" de Daniel 7:13. Pero cuando vino Jesús, con mucha claridad él dijo ser el Hijo del Hombre, el Ungido de Jehová, y el Siervo Sufriente. Antes del actual cumplimiento de estos pasajes siem­pre fueron difíciles de entender. Mas ahora que han sido cum­plidos en Jesús de Nazaret, son tan claros como el cristal. Así fue como Felipe predicó el evangelio de Cristo al etíope. Cuando se acercaron a un arroyo, el etíope pidió ser bautizado, y Felipe se lo administró.

 

3. La Consecuencia

Después de que el etíope hubo sido bautizado, Felipe fue arrebatado milagrosamente por el Espíritu Santo. Luego apa­reció en Azoto la antigua ciudad filistea de Ashdod. Desde allí predicaba el evangelio a las ciudades de la costa, yendo hacia el norte hasta llegar a Cesárea. Esto es lo último que sabemos de Felipe, hasta el final del tercer viaje misionero de Pablo. Vivía entonces en Cesárea, y tuvo cuatro hijas profetizas.

El etíope quedó solo a causa de la extraña partida de Felipe y siguió su camino "gozoso" (Hch. 8:39). Sin duda retornó a su lugar de origen. Uno de los patriarcas de la iglesia infor­maba que se constituyó en misionero de su propio pueblo. Es lo que tendríamos que esperar, porque la fe verdadera provoca el deseo de compartir las buenas nuevas a los demás. Así que, por medio del testimonio de Felipe dado al eunuco etíope, el evangelio alcanzó a los gentiles del norte de África.

 

***

 

CAPITULO 4

VASO ESCOGIDO

 

Léase Hechos 9:1-31.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuáles fueron las cualidades de Saulo para ser líder entre los judíos?

2. ¿Cómo fue convertido Saulo?

3. ¿Qué oposición encontró Saulo cuando él empezó su mi­nisterio?

4. ¿Qué efecto tuvo la conversión de Saulo sobre la iglesia cristiana?

 

Introducción

La conversión de Saulo de Tarso ha sido uno de los eventos de mayor importancia en la historia de la iglesia primitiva. Es también una de las más grandes demostraciones del poder sobe­rano de Dios y de su gracia. Algunos hombres se han convertido al estudiar detenidamente la conversión de Saulo. Uno de ellos ha dicho que este relato, solo, prueba ampliamente la verdad del cristianismo.

 

1. Saulo el Perseguidor

Saulo de Tarso era un joven admirable. Nacido en Tarso, ciudad romana en Asia Menor, fue enviado a Jerusalén a estu­diar bajo la dirección de Gamaliel, el gran rabí judío. Saulo se describe a sí mismo como "hebreo de hebreos... en cuanto a la ley fariseo; ... en cuanto a la justicia que es en la ley, irre­prensible" (Fil. 3:5, 6). Nos relata en Calatas 1:4, "en el judaísmo, aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi na­ción, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres". Probablemente era un miembro del Sanhedrín, pese a su juven­tud. Su mente aguda, su excelente preparación, y su fuerte celo se combinaron para hacerlo un hombre que subía con rapidez como líder entre los judíos.

Lucas señala el hecho de que Saulo estuvo involucrado en la muerte de Esteban. Se ve que Saulo estaba de acuerdo, porque fue él quien guardaba la ropa de los que apedrearon. Después de la muerte de Esteban, Saulo emprendió una carrera de per­seguidor. No sólo arrestó y echó a la cárcel a muchos de los cristianos de Jerusalén, sino también dio su voto a favor de la pena de muerte para algunos. (Véase Hch. 26:10). Fue su celo como perseguidor de la iglesia, lo que causó que muchos de los creyentes huyeran de la ciudad. Pero no quedó satisfecho con todo esto. Recibió cartas del sumo pontífice autorizándole para perseguir a los que habían escapado y traerlos de nuevo a Jeru­salén para castigarlos.

 

2. Saulo y Jesús

Para continuar sus ataques a la iglesia, Saulo viajó a Damasco encabezando un grupo de perseguidores, quienes buscaban a aquellos cristianos que se habían refugiado en dicha ciudad. Pero antes de llegar a Damasco, el mismo Saulo fue buscado por Jesús. En una luz cegadora, que hizo palidecer la del sol en su cenit, el Cristo ascendido se presentó ante el perseguidor. ¡Cuánta des­esperación la de Saulo, al oír la voz de Aquél a quien estaba persiguiendo, hablándole desde el cielo! Le debió haber pare­cido la llegada del día del juicio.

Pero era en gracia como Jesús apareció a Saulo, y no en juicio. No podemos saber el momento exacto cuando fue convertido Saulo; pero entre el momento de la aparición de la luz del cielo y su bautismo por Ananías, el corazón de Saulo fue cambiado por completo y él llegó a ser un seguidor de Aquél a quien había estado persiguiendo.

Jesús no sólo salvó a Saulo de sus pecados. También le llamó a ser apóstol. Mucho antes de que Saulo hubiera pensado en ser cristiano, Jesús le había designado a él para ser la persona que llevaría el evangelio a los gentiles y a los reyes. Era un vaso es­cogido. Su conversión le preparó a llevar a cabo el plan que el Salvador tuvo para su vida.

 

3. Saulo el Predicador

Aquel celo que Saulo desplegó para perseguir a la iglesia, era el mismo que el mostró ahora para la edificación de ella. Cuando Saulo apareció en las sinagogas en Damasco, los judíos esperaban oír sus fuertes discursos en contra de los que seguían a Jesús. ¡Cuánta habrá sido su sorpresa cuando, al contrario, oyeron un mensaje poderoso comprobando que Jesús era el Mesías pro­metido!

Pablo nos relata en Calatas, que él pasó algún tiempo en Arabia. No es Arabia del mapa de hoy día, sino un distrito al oriente de la ciudad de Damasco. No sabemos cuánto tiempo estuvo allí, ni lo que hizo. Ni podemos saber con seguridad cómo puede encajar con la predicación en Damasco de que habla Lucas en Hechos. Puesto que Saulo era un estudiante cuida­doso, podría ser que haya ido a Arabia a estudiar de nuevo las promesas hechas en el Antiguo Testamento acerca del Mesías, antes de empezar su predicación de Jesús en las sinagogas.

La predicación de Saulo le atrajo la oposición de aquellos que hubieran sido sus ayudantes voluntarios en su tarea de persecu­ción. El odio que los judíos sintieron por Saulo llegó a ser tan tremendo que tuvo que huir para salvar su vida. Estando cus­todiadas todas las puertas de la ciudad, los discípulos le bajaron del muro en una canasta.

Al retornar Saulo a Jerusalén, encontró a los discípulos reacios a creer que su conversión fuera verdadera. Fue Bernabé, el que más tarde sería su compañero en su primer viaje misionero, quien le creyó y lo introdujo a la comunidad cristiana. En Jeru­salén Pablo predicaba y discutía con los judíos de habla griega. Estos procuraban su muerte de igual manera como habían matado a Esteban, y los cristianos tuvieron que hacerle desaparecer de la ciudad. Le enviaron a Tarso, su pueblo natal. Allí quedó por algún tiempo.

La conversión de Saulo iba a tener, más adelante, un efecto tremendo sobre la iglesia cristiana. Llevaría el evangelio a los gentiles y sería el principal misionero por medio del cual Jesús extendiese su iglesia. Pero su conversión también tuvo un efecto inmediato. Al ser transformado Saulo, llegó a su fin la persecución que él había encabezado, y la iglesia gozó de un tiempo de tranquilidad.

 

***

 

CAPITULO 5

TABITA, LEVÁNTATE

 

Léase Hechos 9:32-43.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cómo se dejaba ver el continuo poder del evangelio?

2. ¿Cómo contribuyó el trabajo de Pedro, a la expansión de la iglesia?

 

Introducción

La conversión de Saulo iba a tener un efecto tremendo sobre la iglesia de Jesucristo en los años venideros. La iglesia no tenía idea alguna de todo lo que implicaba la conversión de Saulo de Tarso de perseguidor en predicador. Una gran carrera le es­peraba.

Mas la obra de la iglesia no estaba estancada, esperando el tiempo cuando Saulo recibiera su llamamiento misionero. Los demás apóstoles continuaron sus labores por Cristo. Lucas dirige nuevamente nuestra atención hacia Pedro y la obra que hacía en las afueras de Judea.

 

1. Pedro en Lida

Aunque los apóstoles no se habían visto obligados a huir de Jerusalén por causa de la persecución que siguió a la muerte de Esteban, Pedro (y sin duda algunos otros también) salió a pre­dicar el evangelio en otras partes de Judea. Viajando por los distintos pueblos de dicha región, llegó a Lida, ciudad situada en las llanuras de la costa. Había ya creyentes en Lida. Pedro había ido a enseñarles más acerca del evangelio, y también para predicar a los inconversos.

Durante su estancia allí, Pedro llevaba adelante el ministerio de sanidad que Jesús había empezado, y que los apóstoles ha­bían continuado después de Pentecostés en Jerusalén. Un hombre, llamado Eneas, quizás miembro de la iglesia de Lida, se encontraba paralítico desde 8 años atrás. Pedro le habló en la misma forma que Jesús había hablado a los otros impedidos y le dijo que se levantara y que recogiera su cama. El mismo poder que Jesús había manifestado se presentó en Pedro, siervo de Jesús. Inmediatamente fue sanado Eneas.

Pedro sanó a Eneas porque Eneas necesitaba la salud. El evangelio de Jesucristo afecta el cuerpo del hombre como tam­bién su alma. En la resurrección todos los efectos del pecado serán quitados. Entonces será cuando los cuerpos de todos los creyentes serán absolutamente perfectos. Sin embargo, Dios obra también durante esta vida, para sanar a los hombres de sus enfermedades y también de sus pecados.

Al ver el pueblo de esa región tal exposición del poder de Dios, muchos se convencieron de la verdad del evangelio. Se convir­tieron al Señor y encontraron la salvación en él.

 

2. Pedro en Jope

No muy lejos de Lida estaba otra ciudad llamada Jope, donde también había una iglesia cristiana. En ella estaba una mujer llamada Tabita, (o sea, Dorcas) quien, por sus hechos, mostraba que era una seguidora del Señor Jesucristo. "Abun­daba en buenas obras y limosnas que hacía" (v. 36). Mientras Pedro estaba en Lida, ella enfermó y murió. Los cristianos la arreglaron para su sepultura, pero también mandaron llamar a Pedro. No sabemos para qué lo llamaron. Quizás estaban pensando que él dirigiera el servicio fúnebre. Al llegar él, lo llevaron al cuarto donde yacía Dorcas. Las viudas le mostraron las ropas que ella les había hecho; hubo mucho llanto y lágrimas, como era costumbre en los funerales judaicos.

En lugar de dirigir el servicio fúnebre, Pedro lo suspendió. Sacando a toda la gente, se arrodilló y oró. Luego mandó a Dorcas a que se levantara. Y una vez más se vio el poder del evangelio. La que había estado muerta, abrió sus ojos y se sentó. Pedro le dio la mano para ayudarla a levantarse, y la presentó viva a los dolientes.

Este fue un milagro todavía mayor que el de la sanidad de Eneas. Esta era una manifestación de poder que sobrepasaba todo lo que podría imaginarse. No era de extrañarse que muchos creyeron en el Señor Jesús, en cuyo nombre Pedro había levan­tado a Dorcas.

Lucas relata que Pedro permaneció en Jope y que vivió con Simón, él curtidor. Este hecho da a conocer el cambio que se estaba operando en Pedro. Los judíos consideraban a un cur­tidor como gente inmunda, y por lo tanto, indigno de trato al­guno. Mas Pedro fue a vivir en la casa de uno que era curtidor. El estaba empezando a darse cuenta de que las antiguas leyes ceremoniales habían desaparecido. Dios estaba preparando su corazón para que pudiera abandonar las leyes ceremoniales, cuando fuera llamado a la casa de Cornelio.

 

***

 

CAPITULO 6

EN LA CASA DE CORNELIO

 

Léase Hechos 10.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué medio hizo Dios que Pedro y Cornelio se llegasen a conocer?

2. ¿Qué significaba la predicación de Pedro a Cornelio y a sus amigos?

3. ¿Qué lección aprendieron Pedro y sus amigos de que el Espíritu Santo fuera dado a Cornelio y a sus amigos?

 

Introducción

La iglesia cristiana era una iglesia exclusivamente de judíos, antes que nada. Sin embargo Jesús había dado orden a sus discípulos de ir por todo el mundo y predicar el evangelio. Los había llamado a ser testigos suyos hasta los fines de la tierra. Paso a paso la iglesia comenzaba ya a ir en esa dirección. Poco a poco se estaba derrumbando la barrera formada por las tra­diciones judaicas. Sin embargo, la iglesia todavía no estaba en­tregada totalmente a un programa que tuviera como meta el llevar el evangelio a los gentiles. Pablo fue escogido por Jesu­cristo para esta tarea, pero los primeros pasos fueron dados por otros. Hechos 10 nos relata cómo Dios preparó a Pedro para este trabajo, mostrándole que todos los hombres son iguales de­lante de Dios y que la salvación divina debía ser ofrecida a todos.

 

1. Cornelio

En Cesárea, ciudad costera de Palestina, estaba destacado un centurión llamado Cornelio. Es de importancia notar que éste era un oficial del ejército romano, porque los judíos odia­ban a los que tenían algo que ver con el ejército. Cornelio era un gentil, pero no pagano. El amaba a Dios, el Dios de Israel. Oraba a Dios. Dio pruebas de su amor por sus hechos de cari­dad y de bondad hacia el pueblo judío. No era un prosélito, es decir un gentil convertido al judaísmo. Más bien era un "teme­roso de Dios", esto es, un gentil que adoraba al Dios de Israel.

Una tarde como a las 15 horas, mientras Cornelio oraba, un ángel lo visitó. El ángel le dijo que Dios había escuchado sus oraciones y que era acepto delante de él, y que Dios ahora pla­neaba mostrarles mayores cosas, y que tenía que enviar a Jope por Pedro que estaba alojado en la casa de Simón, el curtidor.

Desaparecido el ángel, Cornelio inmediatamente obedeció lo que el ángel le había dicho. Acompañados por un soldado, Cor­nelio envió a dos de sus sirvientes a buscar a Pedro y traerlo a Cesárea.

 

2. Pedro

Al día siguiente, mientras los enviados de Cornelio se acerca­ban a la ciudad de Jope, Pedro subió a la azotea de su casa para tener un tiempo de quietud en oración. Al llegar el mediodía, sintió hambre y mandó pedir algo qué comer. Mientras se pre­paraba dicho alimento, Pedro tuvo un éxtasis. Vio descender del cielo una gran sábana llena de toda clase de cuadrúpedos, pájaros y reptiles. Mientras Pedro veía todo esto con asombro, una voz que indudablemente Pedro reconoció como la voz de Jesús mismo, le habló desde el cielo y le ordenó que matara y comiera. Pedro rehusó hacer tal cosa. No quiso obrar en contra de las leyes del Antiguo Testamento que decían cuáles animales se permitían comer y cómo se les tenía que preparar. La voz le contestó: (v. 15) "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común". Este diálogo se repitió tres veces, como para impresionar a Pedro con la importancia de lo que se le decía. Luego el lienzo fue llevado de nuevo al cielo, y Pedro despertó.

Pedro no podía entender con claridad el significado de su visión, y lo pensaba, procurando entender qué era lo que Jesús le decía. Cuando aún estaba meditando todo aquello, llegaron a la casa los hombres enviados por Cornelio, quienes pregunta­ron por él. El Espíritu Santo indicó a Pedro que debía ir con estos hombres. Así que se apresuró a bajar de la azotea para conocerles y preguntarles qué se les ofrecía. Cuando le dijeron el asunto, Pedro les invitó a que pasasen, y les dio hospedaje. Al día siguiente salió con ellos rumbo a Cesárea, llevando consigo a seis hermanos de la iglesia de Jope.

 

3. En la Casa de Cornelio

Al llegar Pedro y sus compañeros a la casa de Cornelio, en­contraron a éste esperándoles. Inmediatamente salió, saludó a Pedro, se tiró a sus pies y le adoró. Mas Pedro no aceptó adoración alguna. Le dijo que se levantara y entró con él a la casa. Allí se dio cuenta de que Cornelio había juntado a todos los de su casa y también a muchos de sus amigos, para oír lo que Pedro tenía que decirles.

Pedro estaba dejando de sentir rápidamente el prejuicio judío contra los gentiles. Ya se estaba dando cuenta de lo que dice Efesios 2:14, que Jesús había derrumbado "la pared intermedia de separación". Dijo a Cornelio y a los que estaban ahí reuni­dos: "Vosotros sabéis cuan abominable es para un judío jun­tarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo" (v. 28). Pedro comprendió que la visión de los animales tenía una apli­cación no solamente para los asuntos de la comida, sino tam­bién para las relaciones con los gentiles. Pedro preguntó a Cor­nelio cómo fue que éste lo había llamado. Cornelio le contó su visión del ángel, y dijo públicamente que ahora, él y sus amigos estaban presentes, "a la vista de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado" (v. 33).

Pedro comenzó su discurso declarando: "En verdad compren­do que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (10:34, 35). Para nosotros, esto parece lo más natural. Mas para los judíos que siempre habían creído que sólo a ellos los amaba Dios, tal declaración era una cosa sorprendente. Ahora es cuando Pedro se da cuenta que la visión que recibió, era un llamamiento para predicar el evangelio a Cornelio y a sus amigos. Por tanto, él les relató la historia de Jesús. Tomó por cierto que ellos ya habían oído acerca de Jesús, pues las cosas que hizo, no fueron hechas a escondidas; eran muy conocidas por toda Palestina. Luego trajo a la memoria de sus oyentes, el ministerio que Jesús tuvo, culminando con su muerte y su resurrección. Dijo que él y sus compañeros eran testigos de la resurrección de Jesús que lo habían visto y que habían comido con él. Ahora ellos habían sido llamados para dar testimonio de él, para que todo aquel que creyere en el nombre de Cristo, recibiese el perdón de sus pecados.

El sermón de Pedro terminó en una forma notable. Mientras todavía hablaba él, el Espíritu Santo cayó sobre Cornelio y sus amigos. Habían creído las palabras de Pedro, confiaron en Cristo de quien Pedro había hablado, y recibieron el don del Espíritu Santo en la misma manera que lo habían recibido Pedro y los demás creyentes judíos, en el día de Pentecostés.

El Espíritu Santo había sido dado a otras personas después del Pentecostés. En Samaria, por ejemplo, los creyentes habían recibido el Espíritu Santo cuando los apóstoles les impusieron las manos. Mas ahora había venido el Espíritu Santo sin imposición alguna de manos, y las mismas señales que habían sido dadas en el día de Pentecostés a los creyentes judíos, fueron las mismas señales que ahora recibieron estos gentiles. Esto fue algo que impresionó tremendamente a Pedro. El dijo a los que le acom­pañaban, "¿Puede acaso alguno impedir el agua para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo tam­bién como nosotros?" (10:47). Así que ordenó el bautismo tanto de Cornelio como el de sus amigos.

Este bautismo significaba que los gentiles eran aceptados en la iglesia de Jesucristo. Tenían la misma categoría que los judíos creyentes. Cornelio les pidió a Pedro y a sus amigos que se que­dasen con ellos por un tiempo para aprender más acerca del Señor Jesucristo. Antes de que ocurriera todo esto, jamás se hubiese quedado Pedro en casa de un gentil; pero ahora aceptó la invitación hecha por Cornelio. La pared entre los judíos y los gentiles habíase derrumbado, por el evangelio de Cristo Jesús.

 

***

 

CAPITULO 7

A LOS GENTILES

 

Léase Hechos 11:1-30.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué tenía Pedro que defender lo que hizo en Cesárea?

2. ¿Por qué era importante la iglesia de Antioquia?

3. ¿En qué forma se dejaba ver la unidad de la iglesia?

 

Introducción

La conversión de un gentil, Cornelio, constituyó un gran paso de adelanto en el progreso de la iglesia primitiva. Ya no sería una secta de judíos; sería de alcance universal. En esta lección se notará la importancia de la conversión de Cornelio. Se repite el relato al defender Pedro lo que hizo, ante sus compañeros apóstoles, y es de notarse que esta repetición se hace solamente porque el caso es de gran importancia. La recepción de Cornelio como parte de la iglesia, preparó el camino para un evento to­davía más significativo: el establecimiento de una iglesia de gen­tiles en Antioquia.

 

1. La Defensa que Hizo Pedro

Podríamos pensar que todos los creyentes estarían gozosos al saber que Cornelio y los de su casa se habían convertido. Pero el prejuicio de los judíos contra los gentiles era demasiado fuerte para eso. En lugar de regocijarse, algunos creyentes judíos acu­saron a Pedro de haber quebrantado la ley de Moisés. Quizá tuvieron miedo de lo que pudiera pasar. Sabían que tendrían que enfrentarse a una persecución si corría la noticia, que Pedro estaba haciendo a un lado la ley de Moisés. Así que, cuando Pedro llegó a Jerusalén, le esperaba la acusación; "... has en­trado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos" (Hch. 11:2, 3).

Lo que Pedro hizo fue relatar a sus acusadores exactamente lo que le había sucedido. Comenzó con el relato de la visión que tuvo en Jope; les contó de su visita en la casa de Cornelio; y terminó describiéndoles cómo el Espíritu Santo vino sobre los gen­tiles. Con Pedro vinieron los seis hombres que lo acompañaron a la casa de Cornelio, y respaldaron su dicho. Pedro hizo la pregunta: "Si Dios, pues les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?" (Hch. 11:17). Los que le escucharon aprobaron su conducta. En vez de discutir, se unie­ron a él para glorificar a Dios por cuanto él había dado la vida eterna también a los gentiles.

 

2. Antioquia

Tenemos en Hechos 11:19 una repetición de las palabras de 8:24 "... los que habían sido esparcidos". De esta manera Lucas nos está diciendo que la evangelización en Antioquia fue otro de los resultados de la persecución que siguió al apedrea­miento de Esteban. Este esparcimiento de los creyentes hizo que el evangelio llegase no sólo a Judea y a Samaria, sino también a tierras gentiles.

Era la costumbre de los discípulos esparcidos predicar a los judíos el evangelio. Se entiende que se incluye con ellos a aque­llos gentiles prosélitos, o sea los "temerosos de Dios". Pero en Antioquia algunos discípulos usaron un enfoque nuevo. Si el evangelio era el poder de Dios para la salvación de los judíos, ¿por qué no también para los gentiles? Por lo tanto predica­ron al Señor Jesús a todos los paganos de Antioquia. Y ¡qué sorprendente fue el resultado! Hechos 11:21 dice: "...gran número creyó y se convirtió al Señor". El mensaje del evangelio satisface los más hondos anhelos del hambriento corazón pagano.

Llegó a Jerusalén la noticia de esto, y los apóstoles acordaron enviar un representante para investigar los acontecimientos en Antioquia. En la buena providencia de Dios, ellos escogieron justamente al hombre más capacitado para ello. Bernabé, cuyo nombre significa "hijo de consolación", cumplía ampliamente con este título. Se regocijó en este avance de la causa de Cristo y exhortó a los nuevos discípulos a que permanecieran fieles al Señor.

La obra en Antioquia prosperó. Muchos más de los gentiles creyeron. Bernabé se dio cuenta que necesitaba ayuda. Se acor­dó de Saulo, el experseguidor convertido, y fue personalmente a Tarso a buscarle y a traerle a Antioquia. Por todo un año los dos trabajaron juntos, dirigiendo a la nueva iglesia joven y pre­dicando el evangelio de Cristo. Durante este período los de Antioquia pusieron al grupo de creyentes un apodo. Los cre­yentes fueron conocidos como "cristianos", el pueblo de Cristo. Nunca se hubiera podido encontrar un nombre mejor, y aún ahora, después de muchos siglos, aquellos que siguen a Cristo, gozosamente son conocidos por el término "cristianos".

 

3. Ayuda para Jerusalén

Mientras Bernabé y Saulo estaban trabajando en Antioquia, recibieron la ayuda de algunos profetas venidos de Jerusalén. Estos hombres fueron inspirados por Dios, y revelaban su volun­tad a los cristianos. Recordemos que los primitivos cristianos no tenían el Nuevo Testamento; necesitaban una guía especial de Dios. Un profeta, llamado Agabo, predijo la venida de una grande hambre. Esta hambre ocurrió durante el reinado de Claudio, y varios historiadores de aquella época la mencionan.

Cuando la iglesia de Antioquia oyó de esta próxima calamidad, inmediatamente hizo planes para mandar auxilios a los cristia­nos que vivían en Judea. ¿Por qué hicieron esto? En primer lugar, en la iglesia de Jerusalén había mucha gente pobre, y sentiría el hambre más severamente aún. En segundo lugar, los cristianos de Judea eran muy perseguidos por los líderes judíos. Tercero, esta dádiva de los gentiles de Antioquia a los judíos cristianos de Jerusalén era una muestra de amor y de unidad; el evangelio había derribado las barreras del prejuicio. En cuarto lugar, este regalo era una manifestación material de gratitud por el don espiritual que Antioquia había recibido de Jerusalén.

 

***

 

CAPITULO 8

LIBRADO DE LA MANO DE HERODES

 

Léase Hechos 12:1-24.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué Heredes comenzó a perseguir a los apóstoles?

2.  ¿En qué forma fue rescatado Pedro de la cárcel?

3. ¿Cómo fue castigado Herodes?

 

Introducción

Los capítulos 8 al 12 es la segunda parte de las tres, en que se divide el libro de los Hechos. Trata de la extensión del evan­gelio en Judea y Samaria. Presentan el período de transición de una iglesia cristiana de judíos a una iglesia cristiana de gen­tiles. Ya hemos visto cómo el evangelio alcanzó a los samaritanos, a un prosélito etíope, a un centurión romano, y a los gen­tiles de Antioquia. A primera vista puede parecer que esta lección no contribuye en nada a esta transición, pero en realidad, sí lo hace. Aunque aquí no se relata ninguna mayor extensión del evangelio, sin embargo vemos cómo fueron debilitándose los lazos que unían a los cristianos judíos, con la antigua religión judaica.

 

1. La Persecución

Aquella persecución que tuvo su principio en el martirio de Esteban y terminó con la conversión de Saulo, fue sucedida por una época de paz. Pero en el año 44 d.C., Herodes Agripa I, que era el rey sobre toda la tierra de Palestina, inició una nueva persecución de los cristianos. Esta segunda persecución fue dife­rente a la primera. En aquella, aunque los cristianos helenistas habían tenido que huir, los apóstoles habían podido permanecer en Jerusalén. Ahora en esta persecución iniciada por Herodes, los apóstoles eran el blanco principal. Jacobo, hijo de Zebedeo, fue capturado por Herodes y decapitado. "Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro" (12:3).

¿Por qué agradó a los judíos esta ejecución? Anteriormente vimos que el pueblo judío respetaba mucho a los cristianos. Sin embargo, con el paso de los años, la gente se fue olvidando de los milagros de aquellos primeros días después de Pentecostés. Luego al llegarse a conocer las noticias de que Pedro realmente había comido con los gentiles, los judíos se volvieron más y más en contra de los cristianos.

Pedro fue encarcelado, bajo fuerte guardia de los soldados romanos. Durante la noche, que supuestamente iba a ser su última aquí en la tierra, Pedro fue despertado por el toque y la voz de una persona. A su lado estaba un ángel. Siguiendo sus instrucciones, Pedro siguió al ángel pasando por las rejas de la cárcel hasta salir a la calle. Pedro sintió que todo era un sueño, pero luego al desaparecer el ángel, se dio cuenta de que en ver­dad estaba libre. Inmediatamente se presentó en la casa donde los cristianos estaban orando por él, para demostrarles que Dios les había contestado sus oraciones. Luego salió de la ciudad buscando un lugar más seguro. Es interesante recordar que an­teriormente, cuando los discípulos fueron sacados de la cárcel y se les dijo que fueran de nuevo a predicar en el templo (Hechos 5), lo hicieron. Pero ahora, Pedro no puso en peligro su vida innecesariamente quedándose en Jerusalén. Ya que Dios no ordenó nada en contra, Pedro hizo uso de su sentido común y salió de la ciudad.

 

2.  Herodes

Al descubrirse la huida de Pedro, Herodes descargó toda su furia contra la guardia. Sin duda el rey pensó que había habido alguna cooperación interior que ayudó a Pedro a escapar. Se llevó a la guardia a ser castigada, probablemente con el mismo castigo que Herodes había planeado para Pedro.

Lucas nos relata la muerte de Herodes. Este rey no solamente había alzado su mano contra la iglesia de Dios, sino también le había blasfemado. Ciertos embajadores de Tiro y de Sidón le habían aclamado como un dios, pues estaban ansiosos de ganar su favor. Herodes aceptó esta aclamación sin hacer nada para detenerla o negarla. Dios pues le castigó y Herodes murió no mucho después.

La forma en que murió Herodes es confirmada por el histo­riador judío Josefo, quién da más detalles que Lucas, pero, en esencia, cuenta lo mismo. Lucas añade una cosa que Josefo no dice. Lucas correctamente señala que la muerte de Herodes era el castigo divino por su impiedad. Al ponerse este relato al lado del de la libertad de Pedro de la cárcel, vemos claramente cómo Dios salva a su pueblo y cómo también castiga a sus enemigos.

 

***

 

PARTE 2

 

LA EXTENSIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO

 

 

CAPITULO 9

 

APARTADME A BERNABÉ Y A SAULO

 

 

Léase Hechos 12:25-13:12.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el significado de la última sección del libro de Hechos?

2. ¿Cómo empezó la obra misionera entre los gentiles?

3. ¿En qué forma se manifestó el poder del Espíritu Santo?

 

Introducción

Con esta lección entramos al estudio de la segunda sección del libro de Hechos, según lo divide Lucas en Hechos 1:8.

Ya hemos visto cómo se extendió el evangelio, primero en Jerusalén y después en Judea y en Samaria. Ahora Lucas pre­senta la difusión del evangelio hasta lo último de la tierra.

 

1. El Retorno Desde Jerusalén

La iglesia de Antioquia había escogido a Bernabé y a Saulo para llevar a Jerusalén el dinero que había recogido para ayu­dar en este tiempo de hambre. Estos debían entregar el dinero a los ancianos. Era el año 46 d.C., unos años después de que Pedro fuera librado de la cárcel y después de la muerte de Hero-des. La iglesia de Antioquia había recolectado ese dinero con todo tiempo para estar en condición de proporcionar la ayuda necesaria a los cristianos de Jerusalén.

Por lo que leemos en Hechos 11:30, descubrimos un cambio que se había hecho en la iglesia de Jerusalén. En el principio, los únicos oficiales de de la iglesia habían sido los apóstoles. Luego, se eligió a los diáconos para encargarse de la obra cari­tativa entre las viudas. Ahora en este pasaje leemos acerca de los ancianos, los cuales aparecen gobernando a la iglesia. El gobierno en la iglesia se fue desarrollando según las necesidades que presentó el crecimiento del número de los cristianos. Por este tiempo la iglesia de Jerusalén ya estaba completamente se­parada de las sinagogas judías.

Después de cumplir con su misión, Bernabé y Saulo regresa­ron a Antioquia. Llevaron con ellos a Juan Marcos, e sobrino de Bernabé. La madre de Juan Marcos había sido una creyente por mucho tiempo, puesto que había sido la casa de ella donde se reunieron los discípulos para orar cuando Pedro fue librado de la cárcel. Juan Marcos fue probablemente el joven mencio­nado en Marcos 14:51, 52, que huyó en la oscuridad dejando su sábana en manos de los que vinieron a prender a Jesús. Se supone además —y esto sin forma de comprobarlo— que el Aposento Alto, donde Jesús instituyó la Santa Cena, estaba en la misma casa de la madre de Marcos.

 

2.  Llamados por el Espíritu

Ya para estas fechas, la iglesia de "Antioquia" tenía varios "profetas" y "maestros". Estos trabajaron juntos en la iglesia, ministrando la Palabra de Dios. Creemos, por el hecho de que ellos ayunaron, o sea, se limitaron en su comida y su bebida a fin de poder concentrarse en las cosas de Dios, que estas perso­nas estaban dedicadas totalmente a este ministerio. Así ayu­nando y ministrando, el Espíritu Santo les dijo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (13:2). Quizá el Espíritu haya hablado a uno de los "profetas", y éste a su vez dio el mensaje a los demás.

Este llamamiento especial de Bernabé y Saulo fue motivo de más ayuno y oración. Después los profetas y maestros impusie­ron las manos sobre los dos que estaban saliendo de entre ellos, dando a conocer de esta forma que la iglesia de Antioquia estaba enviando a Bernabé y a Saulo como representantes suyos. Aun­que la iglesia los enviaba, de hecho era el Espíritu Santo el que les había escogido y el que les había hecho el llamamiento. El Espíritu Santo obra generalmente a través de la iglesia de Cristo.

 

3. El Nuevo Trabajo

Bernabé y Saulo sabían exactamente lo que tenían que hacer. El mismo Espíritu que les había llamado, les guió en su camino. Fueron primero a Seleucia, el puerto de Antioquia, donde em­barcaron para ir a la isla de Chipre, la tierra natal de Bernabé.

El evangelio no era desconocido en la isla de Chipre. La misma dispersión de los discípulos que llevó el evangelio a Antioquia, lo hizo llegar a Chipre (11:19). De hecho, los discípulos que primero predicaron a los gentiles en Antioquia, eran hombres de Chipre y de Cirene (v. 20). Sin embargo, seguramente res­taba mucho por hacer en esta isla, y Bernabé y Saulo predicaron el evangelio ahí, desde una punta de la isla hasta la otra.

Bernabé y Saulo, al principio de su ministerio, siguieron el plan que Pablo explicó más tarde en palabras de Romanos 1:16 "al judío primeramente". Así, fueron a la sinagoga en Salamina y predicaron a los judíos que ahí adoraban a Dios. Aunque no existe ninguna indicación de qué fue lo que ellos predicaron, seguramente su mensaje era el mismo que se encuentra en otros capítulos de Hechos. Relataron la historia de Jesús, dando énfasis a su muerte y resurrección, y mostraron que todo ello era el cumplimiento del Antiguo Testamento. Juan Marcos iba con ellos como ayudante, y debió haberles sido de gran utilidad. Ya que él había vivido en Jerusalén precisamente durante los días de la crucifixión y la resurrección de Jesús, Marcos estaba capa­citado para darles muchos detalles acerca de Jesús, por su propia experiencia.

 

4. Elimás el Mago

Cruzando la isla de oriente a poniente, este grupo misionero llegó a la ciudad de Pafos, en la que radicaba el procónsul roma­no. Su nombre era Sergio Paulo, y éste llamó a Bernabé y a Saulo porque quería escuchar la predicación de ellos. Quedó muy impresionado con el evangelio de Cristo. Esto molestó a Elimas, un mago judío agregado a la corte del procónsul. Sa­biendo que si Sergio Paulo llegaba a aceptar el evangelio, su propia influencia como mago sería afectada, Elimas intentó apartar al procónsul de la fe.

Hasta aquí Bernabé había sido el líder del grupo. Pero ahora Saulo se enfrenta a Elimas, y le acusa de estorbar la obra del Señor. Siendo Elimas un judío, conocía el Antiguo Testamento y conocía al Dios vivo y verdadero, pero había aceptado una religión falsa. Pablo le dice: "Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra tí, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo" (13:11). Pablo sabía por propia experiencia, que la ceguera física podría conducir a una luz espiritual. Pablo fue guiado por Dios cuando dijo ésto ya que inmediatamente sus palabras se cumplieron. El procónsul quedó maravillado. Una manifestación de tal poder de Dios le transformó de un simple oyente impresionado, a un creyente confirmado. El intento de Satanás de estorbar la obra de los misioneros, se tornó en una victoria maravillosa para el evangelio de Cristo.

 

***

CAPITULO 10

NOS VOLVEMOS A LOS GENTILES

 

Léase Hechos 13:13-52.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué cambios  hubo  cuando  los misioneros  salieron  de Chipre?

2. ¿Cómo presentó Pablo a Jesús a los judíos de Antioquia de Pisidia?

3. ¿Cuál fue el resultado del ministerio en Antioquia?

 

Introducción

Después de la conversión de Sergio Paulo, los misioneros dieron un paso atrevido. En Chipre el evangelio había sido predicado antes de la llegada de ellos, pero ahora salieron de Chipre para entrar a una región donde nunca antes había sido predicado el evangelio.

1. Perge

Los misioneros navegaron unos 300 kilómetros al norte de Chipre, hasta llegar al Asia Menor (hoy Turquía), y arribaron a Perge. Este primer paso de su viaje llama la atención por varias razones. Corno ya señalamos, estaban entrando a una región completamente nueva para el evangelio, además la direc­ción de la obra comienza a pasar de Bernabé a Pablo; donde antes decía Lucas, "Bernabé y Saulo", ahora lo cambia para poner primero el nombre de Pablo, y después los de sus compa­ñeros.

Fue en Perge donde Juan Marcos dejó a los misioneros y regre­só a Jerusalén. No sabemos por qué lo haya hecho, pero según Hechos 15:28, vemos que Pablo lo tomó como un abandono.

Parece que los misioneros no predicaron en Perge, sino mas bien continuaron hasta Antioquia de Pisidia, donde empezaron sus labores evangelísticas en Asia Menor.

 

2. La Sinagoga en Antioquia

Siendo la misma costumbre establecida desde Chipre, Pablo y Bernabé fueron primero a la sinagoga, en el día de reposo. La sinagoga tenía un orden de culto bastante flexible. Era la costumbre de que, después de la lectura de las Escrituras, el que presidía invitara a cualquier judío visitante a que diera unas palabras de exhortación. A esta invitación Pablo respondió in­mediatamente, predicando tanto a los judíos como a los gentiles "temerosos de Dios".

El sermón que predicó Pablo en esta ocasión, es muy seme­jante al que predicó Pedro en el día de Pentecostés. Es muy posible que esta forma la usaran los apóstoles al predicar a los judíos. Primeramente hacían un repaso de los grandes aconte­cimientos del Antiguo Testamento, en los cuales resaltaban la salvación de Dios; la elección de Israel; el éxodo de Egipto; la instalación de Israel en Canaán y la provisión de los gobernan­tes, culminando con la persona de David. De este pensamiento Pablo brincó directamente a Jesús, el hijo de David, el Salvador prometido por Dios. El fue Aquél cuya senda preparó Juan el Bautista. No obstante haber sido rechazado por los gobernantes judíos y muerto en el madero, Dios lo levantó de entre los muer­tos y lo presentó vivo a los discípulos. Entonces Pablo procedió a demostrar que todo esto concordaba con las profecías del An­tiguo Testamento. Por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, los hombres podían ser justificados de todo pecado; lo cual no era posible por medio de la ley de Moisés.

Al estar predicando Pablo, es muy posible que se haya fijado que había algunos que no querían aceptar el mensaje cristiano, ya que concluyó con una amonestación de los profetas sobre los peligros que acarrea la incredulidad. Pero por lo general, Pablo obtuvo una respuesta excelente. Muchos, tanto judíos como griegos, le rodearon a él y a Bernabé, ansiosos de aprender más acerca de Jesús. Hubo un deseo general de que Pablo y Bernabé predicaron otra vez el siguiente sábado.

 

3.  El Siguiente Día de Reposo

Durante la semana se extendió por toda Antioquia el nuevo mensaje. Al llegar el día de reposo, los judíos se sorprendieron al ver en la sinagoga un número impresionante de gentiles. Po­dríamos decir que los judíos se debían haber regocijado; pero debemos recordar que los celos son una reacción muy fácil de provocar. En este día de reposo, los judíos no permanecieron quietos mientras predicó Pablo. Le contradijeron y hablaron en contra del evangelio cristiano. Ante esta resistencia, Pablo y Bernabé contestaron con audacia y valor. "A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles" (13:46). Cumplieron con su promesa, y los gentiles recibieron con gozo el mensaje de la gracia de Dios. Aquéllos que Dios había escogido en Antioquia para recibir la vida eterna, respondieron en fe (creyeron) (v. 48). No solamente creyeron ellos en Cristo, sino que también salieron a difundir el mensaje en toda esa región.

El hecho de que los gentiles aceptaron el evangelio, causó mucho enojo entre los judíos. Estos gentiles se habían intere­sado en el judaísmo, en su mayor parte. Habían sido una espe­ranza de que llegasen a ser prosélitos y miembros de la sinagoga. Ahora, eran arrebatados por unos predicadores ambulantes. Por lo tanto, los judíos provocaron una persecución en contra de Pablo y Bernabé, hasta que fueron echados de la ciudad. Segu­ramente los nuevos creyentes resintieron de alguna manera esta persecución, mas no se desanimaron por ello. Dice el v.52: "estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo".

 

***

 

CAPITULO 11

DIOSES HAN DESCENDIDO

 

Léase Hechos 14.

 

Preguntas de Preparación

1.  ¿Cómo fue recibido el evangelio en Asia Menor?

2.  ¿Qué persecuciones afrontaron los apóstoles?

3. ¿Cómo cuidaron Pablo y Bernabé a los nuevos convertidos?

 

Introducción

La primera predicación del evangelio en Asia Menor tuvo mucho éxito. En Antioquia fueron muchos los que creyeron. Sin embargo, la ofensa de la cruz también estaba presente. En su mayoría, los judíos rechazaron el evangelio, y persiguieron a Pablo y a Bernabé hasta que éstos tuvieron que huir de la ciudad.

 

1. Iconio

Los apóstoles viajaron rumbo al oriente hasta llegar a la ciudad de Iconio. Entraron a la sinagoga y predicaron el evan­gelio ahí. Y nuevamente el Señor bendijo su ministerio, y mu­chos creyeron, tanto de los judíos como de los gentiles. También aquí los judíos no creyentes pusieron trabas; pero a pesar de ello los apóstoles continuaron predicando en Iconio. El Señor manifestó su bendición al permitirles que obrasen milagros en este lugar y parece que su trabajo tuvo mucho éxito.

Sin embargo, los judíos que no quisieron aceptar el evangelio siguieron causando problemas, hasta el punto que la ciudad quedó dividida entre aquellos que creyeron a los apóstoles y los que se opusieron. Las autoridades estuvieron al lado de los judíos incrédulos, y dieron permiso para un plan de apedrear a los apóstoles. Pero Pablo y Bernabé supieron del plan, y lograron salir de la ciudad, antes de que se atentara contra sus vidas.

2. Listra

De Iconio, los misioneros cruzaron la frontera a Licaonia. Allí predicaron tanto en las ciudades, como en el campo rural.

La mayor parte de su trabajo lo realizó en las ciudades, espe­cialmente en Listra. Después de haber estado predicando un buen tiempo ahí, obraron un milagro semejante al de Pedro y Juan en Jerusalén (cap. 3). Pablo recibió un don muy especial del Espíritu Santo para poder entender el corazón del cojo de nacimiento. Supo que este hombre tenía fe como para ser sanado, tanto en su cuerpo como en su espíritu. Es cierto que los milagros siempre son obras sobrenaturales de Dios, pero pocas veces se realiza a menos que haya fe. Esto muestra la relación muy íntima que existe entre la salvación y los milagros de sanidad —para ambos casos es necesario el don de la fe.

La reacción del pueblo fue típicamente pagana. Ellos estaban seguros de que Pablo y Bernabé "eran dioses bajo la semejanza de hombres (que) han descendido a nosotros" (v. 11). La gente de Listra adoraba al dios Zeus, un dios griego que entre los romanos se conocía como Júpiter. Hermes, en su religión era un dios que siempre acompañaba a Zeus (entre los romanos se le conocía como Mercurio —(véase una enciclopedia si es posible). Pensaron, pues, que Pablo y Bernabé eran nada menos que estos mismos dioses. Inmediatamente comenzaron los pre­parativos para un culto pagano de adoración. Al principio, los misioneros no entendieron lo que estaba pasando, porque la gen­te hablaba en su idioma local. Pero cuando al fin entendieron la razón de tanta actividad, enérgicamente intentaron detener­los; lo cual lograron al fin, pero sólo después de una lucha difícil.

Los judíos incrédulos tanto de Antioquia como de Iconio, no contentos con haber sacado a Pablo y Bernabé de sus respecti­vas ciudades, los persiguieron hasta Listra. Aquí ellos tenían posibilidad de llevar a cabo lo que habían planeado en Iconio. Esta gente, que unas horas antes estaba lista para adorarles como dioses, de un momento a otro quedaron convencidos por los judíos para apedrearles. Se nota aquí el mismo cambio sorprendente que hubo en el pueblo de Jerusalén respecto a la persona de Cristo. Los enemigos de Pablo lo apedrearon hasta dejarle por muerto, y luego arrastrándolo le sacaron de la ciudad. Estando rodeado por sus discípulos entristecidos, volvió en sí, se incor­poró y regresó a la ciudad. El uso de la palabra "discípulos" aquí en este capítulo nos da a entender que aun en este lugar Dios había bendecido la predicación de su Palabra. Entre estos discípulos seguramente estaban Timoteo, su madre y su abuela.

 

3.  El Viaje de Regreso

Al día siguiente, Pablo y Bernabé salieron de Listra y fueron hacia Derbe. Aquí predicaron por un tiempo, y también hicie­ron muchos discípulos entre el Pueblo. Luego, decidieron regre­sar a Antioquia de Siria, a la iglesia que les había enviado en este viaje misionero. Habían viajado hacia el poniente a través de Chipre, viraron para el norte hasta llegar a Antioquia de Pisidia, y luego viajaron en dirección del oriente. Al llegar a Derbe, se encontraban muy cerca de "Las Puertas de Cilicia", un paso entre las montañas muy conocido, y que les hubiera conducido directamente hacia Tarso, ciudad natal y hogar de Pablo de Tarso; hubiera sido un viaje corto para regresar a Antioquia de Siria. Si se toma en cuenta el trato que habían recibido en las ciudades donde habían pasado, nadie les culparía si hubieran decidido regresar por esta vía más corta.

Pero Pablo y Bernabé estaban muy preocupados por los nuevos discípulos que habían conquistado, y fue por eso que regresaron por la misma ruta en que habían venido, o sea, por Listra, Iconio y Antioquia de Pisidia. Para hacer esto, necesitaban muchísimo valor. Pero lo hicieron porque sabían que los recién convertidos tenían necesidad, tanto del estímulo espiritual, como de ser orga­nizados. Enseñaron a los discípulos nuevos a permanecer firmes en la fe pese a las persecuciones, pues los cristianos deben entrar en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. Además, los misioneros instalaron ancianos en las iglesias que se habían formado, quienes podían guiar y ayudar a estos nuevos creyen­tes en las tribulaciones que los esperaban.

Al llegar Pablo y Bernabé nuevamente a Perge, predicaron ahí, aunque parece que no lo habían hecho en el viaje de venida. Algunos eruditos de la Biblia sugieren que no lo habían hecho porque cuando cruzaron la primera vez era la época de calor, y la gente salía de la ciudad buscando la frescura de las monta­ñas. Ahora encontraron a la ciudad ya en plena actividad como de costumbre, por lo que se detuvieron a predicar.

De Perge regresaron por barco a Antioquia de Siria. Reu­nieron a la iglesia y presentaron un informe de sus experiencias en viaje. Había sido ésta la iglesia que los había comisionado y enviado como sus misioneros, y ahora Pablo y Bernabé rinden su informe de trabajo como sus representantes. Permanecieron en Antioquia por algún tiempo, probablemente continuando los trabajos que habían estado haciendo y que habían dejado al ser llamados para ir de misioneros.

 

***

 

CAPITULO 12

LA FE SIN OBRAS ES MUERTA

 

Léase Santiago.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál fue el fondo histórico del libro de Santiago? a) Su autor b) Su fecha c) Su destinatario

2. ¿Por qué fue escrito?

3. ¿Cuáles son los temas principales que el apóstol Santiago trata?

4. ¿En qué forma parece que Santiago contradice a Pablo?

 

Introducción

Del libro de Hechos, aprendemos que muy pronto la iglesia primitiva tuvo sus problemas. En Hechos 15 vemos que una controversia muy importante tuvo que ver con la relación que existía entre la fe y las obras. Dos cartas reflejan este problema, la dirigida a los Calatas y la de Santiago. La carta que Pablo escribió a los Calatas parece poner todo su énfasis en la fe. Por el otro lado, la carta de Santiago recalca las obras. Algunos han pensado, por lo tanto, que estas dos cartas están en oposición la una con la otra. Examinaremos esta conclusión, y procuraremos entender mejor el problema especialmente para ver cómo se aplica a la vida cristiana actual.

 

1. El Autor

En algunas de las cartas escritas por Pablo hay referencias que indican cuándo se escribió la carta, a quién, y dónde estaba él cuando la escribió. La carta de Santiago no nos da ninguno de estos datos.

Una de las grandes incógnitas de esta epístola es la identidad de su autor. No pudo haber sido el apóstol Santiago, el her­mano de Juan, porque a éste lo mató Heredes no mucho des­pués de Pentecostés, y se ve que esta carta fue escrita mucho después. Es casi seguro que el Santiago que la escribió, fue el hermano de Cristo. ¿Pero qué significa esta frase "el hermano de Cristo"? Los católicos romanos que creen que María nunca tuvo más hijos que Jesús, insisten en que Santiago fue primo cíe Jesús. Hay otros eruditos que piensan que Santiago fue hijo de José de un matrimonio anterior, y otros que creen que fue hijo de José y María. No podemos decir con certeza entre estos dos últimos puntos de vista; pero parece más probable que Santiago haya sido un hermano "completo" de Jesús.

 

2. La Fecha y los Destinatarios

No hay manera segura para saber cuándo escribió Santiago su carta. Pero ciertas indicaciones, nos hacen pensar que es la primera de las cartas del Nuevo Testamento.

a)   En cap. 2:2, Santiago usa la palabra "sinagoga" en vez de la palabra "iglesia". Esto puede significar que los cris­tianos todavía hacían sus cultos con los demás judíos.

b) Santiago no hace ninguna referencia a los grandes pro­blemas doctrinales que surgieron en la iglesia, así que pro­bablemente él escribió esta carta antes que surgieran tales problemas. Muchos eruditos bíblicos señalan el año 45 d.C. como la fecha en que se escribió la Epístola de Santiago. Santiago escribió la carta a los judíos convertidos al cristia­nismo y que vivían "en la dispersión", o sea, fuera de Palestina. Muchos de estos judíos de la dispersión, fueron convertidos en Jerusalén en el día de Pentecostés.

 

3. El Propósito

Las personas a quienes Santiago escribió, tenían problemas que surgían en la vida diaria cristiana, y a tales problemas se refirió Santiago. Según parece, ellos estaban viviendo en un nivel moral y espiritual más bajo de lo que permiten las ense­ñanzas de Cristo. Quizá ellos confiaban en su fe, como una ex­cusa para su relajamiento. Santiago que se interesó siempre en un nivel moral alto, trata de elevar a estas personas a una vida digna del nombre de cristianos.

 

4.  El Bosquejo

Esta carta de Santiago no está tan lógicamente presentada, como algunas de las cartas de Pablo, así que es difícil hacerle un bosquejo. Sin embargo, el sencillo bosquejo siguiente puede ayudarnos a entender los puntos más importantes de la carta.

 

La Epístola de Santiago Capítulos

I. Las marcas de la religión verdadera...............—      1

II. La evidencia de la fe verdadera.......................—   2

III. La demostración de la sabiduría verdadera......      3:1-4:12

IV. Las marcas de la piedad verdadera..................     4:13-5:20

 

5.  El Contenido

La Religión Verdadera

La religión es, en primer término, la relación entre el hombre y Dios. Los paganos muchas veces pensaban que la religión era algo que tenía muy poco efecto o ninguno en las relaciones del hombre con sus semejantes. Pero el Antiguo Testamento clara­mente enseña que, el que ama a Dios tiene que amar también a su prójimo como a sí mismo. Santiago nos recuerda que el cristianismo también enseña esto. "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo" (1:27). Santiago señala varias maneras de llevar a la práctica el cristianismo.

  1. El cristianismo no ha de ceder a la tentación ni perder su fe en tiempos de prueba. Las pruebas ofrecen una oportu­nidad para el desarrollo de la paciencia y la constancia. Dios provee la sabiduría necesaria en la prueba, así como también promete una recompensa cuando el creyente so­porta las pruebas.
  2. El cristiano no ha de dejarse engañar por lo que el mundo considera "de valor". Las riquezas no son de tanta impor­tancia como el mundo proclama, pues todos los tesoros de esta vida son pasajeros.
  3. El cristiano no solamente tiene que escuchar la Palabra de Dios, sino también hacerla. Una persona puede conside­rarse muy religiosa, pero si no lleva a la práctica lo que la Palabra de Dios dice, se está engañando a sí misma. El verdadero cristiano es aquél que cumple lo que Dios manda.

 

La Fe Verdadera

Es muy fácil pensar que la fe es algo separado de las obras. Por ejemplo: Una persona puede profesar tener fe, y con todo eso, mostrar una preferencia que halaga al rico y desprecia al pobre. Esto demuestra falta de amor. Santiago insiste que para Dios, la única fe es la que se muestra por sus obras buenas. O sea, estas obras buenas son indispensables. Aún más, Santiago se atreve a decir que el hombre se justifica por la obras.

Mucho se ha comentado en el sentido de que Santiago enseña la justificación por las obras, en contra de la enseñanza de Pablo, de que el hombre se justifica por la fe. Esto es sencillamente falso. Ambos, tanto Pablo como Santiago, creyeron y enseñaron que el hombre es salvo por la fe, y que la fe verdadera siempre se manifiesta en buenas obras. Pablo acentuó la justificación por la fe, precisamente porque él está escribiendo a los que procu­raban salvarse por sus buenas obras. Y Santiago, escribiendo a personas que no estaban viviendo como cristianos, insistió en la necesidad de tener buenas obras como prueba de la fe. Los dos énfasis son necesarios. Tanto la fe como las obras son importantes para el cristiano.

 

La Sabiduría Verdadera

La sabiduría consiste en el conocimiento aplicado a un buen uso. Santiago desea que el cristiano pueda llevar a la práctica en su vida la verdad del evangelio. Su deseo es que se deje ver las buenas obras "en sabia mansedumbre" (3:13).

Una buena parte de la sabiduría descansa en poder controlar la lengua. Esto no es cosa fácil. Santiago llega al punto de decir, que es imposible domar completamente la lengua. Pero esto no significa que no se ha de intentar. Pues una lengua no contro­lada por Dios, es una lengua que puede causar grandes daños; pero una lengua gobernada por Dios puede hacer mucho bien.

Otra parte de la sabiduría consiste en invitar las contiendas. En muchas ocasiones la contienda viene como resultado de una lengua no controlada, y es una evidencia de las pasiones bajas, como la avaricia y la envidia. La única forma de controlar tales pasiones es resistiendo al diablo y acercándose a Dios —lo cual es sabiduría verdadera.

 

La Piedad Verdadera

Santiago explica la piedad diciendo lo que no es, y lo que es. El amonesta a aquellos que hacen sus planes futuros sin tomar en cuenta a Dios, y a aquellos que se enriquecen por medio de la violencia y la injusticia. Dios ha de castigar su pecado. Esto es especialmente verdadero para los cristianos, quienes debieran saberlo mejor.  "Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado"  (4:17).

Luego presenta ejemplos de lo que es la piedad. Los que son perseguidos tienen que tener paciencia, siguiendo el ejemplo de Job y de los profetas. Los que están enfermos han de orar pi­diendo salud, y confesando sus pecados. "La oración eficaz del justo, puede mucho" (5:16). Por último, Santiago nos recuer­da que somos responsables tanto por los demás, como por nos­otros mismos. Si vemos a un hermano en Cristo cometiendo pecado hemos de tratar de llevarle al arrepentimiento, para que éste reciba el perdón de sus pecados.

 

***

 

CAPITULO 13

JUSTIFICADOS POR LA FE

 

Léase Gálatas.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué fondo histórico tiene el libro de Calatas?

2. ¿Qué enseña Pablo acerca de la justificación?

3. ¿Qué enseña Pablo acerca de la libertad cristiana?

 

Introducción

En el capítulo anterior comentábamos que hay quienes creen que Santiago y Calatas presentan enseñanzas opuestas acerca de cómo ser salvo. Esto no es cierto. La razón de esta diferencia de punto de vista entre Pablo y Santiago era porque los autores estaban escribiendo a personas con problemas diferentes.

 

1. Propósito

Después de que Pablo había predicado el evangelio a los Ca­latas, y había continuado su camino, vinieron otros maestros a las iglesias que él había establecido. Estos maestros decían que representaban a los apóstoles de Jerusalén. Insinuaron que Pablo no era un apóstol verdadero y que no se podía confiar en su evangelio. Enseñaron a los Calatas que además de creer en Cristo, era necesario que guardasen la ley de Moisés para poder ser salvos. En forma directa insistieron que era necesario que los gálatas se circuncidaran porque la circuncisión era la señal de haber aceptado sus enseñanzas. Al tener Pablo conocimiento de esto, y de que los gálatas estaban inclinándose hacia estas ense­ñanzas de los judaizantes, escribió una carta  a la iglesia de Galacia advirtiéndoles en contra de esta falsa enseñanza.

Los versículos finales de Gálatas son de sumo interés. Comien­za diciendo, "Mirad con cuan grandes letras os escribo de mi propia mano" (6:11). Pablo no escribía él mismo sus cartas, sino que las dictaba a un secretario. Alguna enfermedad le difi­cultaba a Pablo escribir y cuando lo hacía tenía que usar una letra muy grande. Pero su preocupación por los cristianos de Galacia y su deseo ardiente de recalcar lo que él había dictado antes, lo hicieron escribir personalmente estas últimas frases.

 

2. Fecha y Destinatario

No se puede fijar con precisión la fecha de esta carta. El Concilio de Jerusalén se reunió para tratar el problema de los judaizantes, y condenó sus enseñanzas. ¿Escribió Pablo esta carta a los Calatas después de la reunión del concilio? ¿Fue un fracaso el concilio? ¿ Siguieron engañando los judaizantes a la gente con sus enseñanzas? ¿O se escribió esta carta antes de la reunión del concilio? Si así fue, podemos pensar que el concilio resolvió el problema que trata Pablo en esta carta. Parece más probable que a los Calatas se escribió antes del concilio de Jerusalén, y se dirigió a las iglesias del sur de Galacia que Pablo visitó durante su primera gira misionera.

 

3.  Bosquejo

Gálatas                                                                                 Capítulos

I. La autoridad que Pablo tiene, viene de Cristo....           1-2

II. La justificación por la fe es bíblica...................            3-4

III. La libertad cristiana produce una vida santa......     5-6

 

4. Contenido

La Autoridad Apostólica de Pablo

Pablo comienza la carta a los Gálatas con una defensa fuerte de su evangelio. El insiste en que es el único evangelio verdadero, y que lo recibió directamente de Jesucristo. No existe una declaración más fuerte sobre la autenticidad del evangelio cristiano que la siguiente: "Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema" (1:8).

La prueba de que el evangelio de Pablo es la verdad descansa precisamente en su origen. Le vino a él directamente del Cristo resucitado y ascendido. Pablo presenta un breve relato de su vida para probar que él no recibió instrucción en el evangelio de parte de los hombres. Ni siquiera la recibió de los demás após­toles. La recibió directamente de Cristo, cosa que los demás apóstoles reconocieron. Estos no intentaron corregirle cuando él les expuso su evangelio. Al contrario, cuando en Antioquia el comportamiento de Pedro contradecía las enseñanzas del evangelio, Pablo condenó a Pedro cara a cara. Pablo no hubiera podido hacer esto si Pedro no hubiese reconocido a Pablo como un compañero apóstol, igual que él mismo.

 

La Justificación por la Fe

Pablo estaba deseoso de imprimir en las mentes de los gálatas la verdad de que somos contados justos delante de Dios por la fe, no por las obras. Los judaizantes querían hacer el guardar de la ley una parte necesaria de la salvación, pero Pablo muestra del Antiguo Testamento que no puede ser así. En primer lugar, Pablo señala que Abraham fue justificado por la fe. Los verda­deros hijos de Abraham son los que creen, tal como Abraham creyó. Los que creen son justificados por la fe, porque Cristo cargó con la maldición de la ley por nosotros.

En segundo lugar, Pablo comprueba que la ley no puede ser el camino de salvación. Dios hizo su pacto con Abraham y pro­metió a Abraham la salvación. La ley no vino hasta 430 años después, y por lo tanto no puede cambiar el arreglo que Dios hizo con Abraham. Más bien, la ley vino para que los hombres pudieran entender su pecado y buscar salvación por medio de la promesa de Dios.

En tercer lugar, Pablo enseña que la ley tuvo como propósito guiar al pueblo de Dios hasta que Cristo viniera. A través de su ceremonial y los sacrificios, la ley fue el maestro que seña­laba el sacrificio perfecto de Cristo. Cuando vino Cristo, ya no se necesitó el maestro. Por medio de la venida de Cristo, los cre­yentes han crecido del estado de niños al de herederos.

En cuarto lugar Pablo menciona el hecho de que los cristianos de esta edad neotestamentaria están libres de la esclavitud de ceremonias y sacrificios. Cristo nos ha librado y no debemos tratar de volver a la esclavitud.

 

La Libertad Cristiana

El último punto mencionado en el párrafo de arriba se conoce como "libertad cristiana". Es la enseñanza de que Cristo nos ha librado de la servidumbre de la ley del Antiguo Testamento y de las enseñanzas humanas. El cristiano es el siervo de Cristo. No es esclavo de nadie.

En los capítulos finales de Gálatas, Pablo reglamenta el uso de la libertad cristiana. Primero tenernos que sostener nuestra libertad con firmeza. No hemos de dejar que nadie nos lleve de nuevo a la esclavitud a ninguna cosa o a nadie más que a Cristo. Segundo, es necesario que tengamos presente siempre que nues­tra libertad debe ejercitarse en amor. No es una libertad para dañar a otros, sino para ayudarles. Por último, hemos de vivir una vida guiada por el Espíritu de Dios. Entonces seremos ver­daderos seguidores de Cristo, podremos retener nuestra libertad y usarla como es debido. La libertad cristiana no es la libertad de pecar. Es libertad para seguir a Cristo y sólo a él.

 

***

 

CAPITULO 14

NINGUNA CARGA MAYOR

 

Léase Hechos 15:1-35.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué problema surgió en la iglesia de Antioquia?

2. ¿Cómo recibieron Pedro y Santiago el hecho de aceptar a los gentiles en la iglesia?

3. ¿Cuál fue el mensaje enviado a Antioquia?

 

Introducción

En los dos capítulos anteriores se ha visto algo sobre el proble­ma que surgió en la iglesia primitiva. Vimos en la carta de Santiago el fuerte énfasis sobre la obediencia a la ley. En la carta de Pablo a los Gálatas encontramos un fuerte énfasis sobre la justificación por la fe y la libertad cristiana. Realmente no existe ningún desacuerdo básico entre Santiago y Pablo. Los dos aspectos juntos forman la base para una experiencia cristiana sólida. Pero hubo líderes judíos que llevaron el énfasis de San­tiago a una conclusión falsa. Estos maestros judíos cristianos causaron una contienda en la iglesia. Esta contienda provocó el concilio que estudiamos ahora en este capítulo.

 

1. El Problema de Antioquia

La iglesia de Antioquia estaba compuesta en su mayoría de cristianos gentiles. A esta iglesia vinieron de Judea hombres que enseñaban que era necesario que los cristianos gentiles se cir­cuncidaran. La circuncisión era una señal de que la persona aceptaba todo el ritual y los requisitos ceremoniales de la ley mosaica. Por lo tanto, estos maestros decían en efecto, que era necesario hacerse judío para ser salvo. Aun Pedro se inclinó por esta idea por un tiempo. En Gálatas 2 leemos que él había esta­do comiendo con cristianos gentiles; pero bajo la presión de las enseñanzas de los judaizantes, él dejó de hacerlo y comió sola­mente con judíos.

Pablo y Bernabé se dieron cuenta de la importancia de esta enseñanza. Si se exigía la circuncisión a los gentiles para que pudieran comer con los judíos, pronto resultaría que la circun­cisión se convertiría en un requisito para ser miembro de la iglesia, y aun para la salvación. La puerta que Dios había abier­to para los gentiles, se cerraría de golpe. Por eso Pablo y Ber­nabé lucharon enérgicamente en contra de esta enseñanza. Pronto toda la iglesia de Antioquia lo estaba discutiendo. Al fin se decidió buscar consejo sobre este asunto, y se nombró a Pablo y a Bernabé para que fuesen a Jerusalén y presentasen el pro­blema ante la iglesia de ahí.

 

2. El Concilio en Jerusalén

Estando Pablo y Bernabé camino a Jerusalén, visitaron a las iglesias en Fenicia y Samaría y dieron testimonio de lo que Dios había obrado a través de ellos entre los gentiles. Estas iglesias, compuestas en su mayoría por gentiles, se regocijaron grande­mente con estas noticias.

Al llegar a Jerusalén, los apóstoles relataron nuevamente sus experiencias, pero aquí la acogida fue diferente. Algunos cris­tianos que habían sido fariseos, se disgustaron mucho. Pablo, con su conversión, había cambiado totalmente su punto de vista, mas estos exfariseos convertidos todavía creían firmemente en la necesidad de guardar todos los pormenores de la ley judaica. Los apóstoles y los ancianos se reunieron en concilio para consi­derar esta diferencia de opinión.

El concilio estudió detalladamente el asunto y debatió mucho. Por fin habló Pedro. El trajo a la memoria de los allí presentes, que Dios le había escogido a él para que fuera la persona por medio de la cual los gentiles oyeran por primera vez el evangelio. Dios había puesto el sello de su aprobación sobre los gentiles al darles el Espíritu. ¿Cómo podía la iglesia demandar que los gentiles guardasen la ley, si ni aun los judíos la podían cumplir?

Si estas palabras hubiesen venido de Pablo, los que se opo­nían no les hubieran prestado atención alguna. Mas siendo Pedro el que hablaba, Pedro el apóstol de los judíos, su argu­mento tuvo mucho peso para ellos.

En seguida habló Santiago, el hermano de Cristo. Quizá los fariseos esperaban que él apoyara las ideas de esa secta, ya que Santiago era muy devoto a la ley de Dios. Si así fue, ellos se vieron defraudados. Santiago citó la profecía de Amos, la parte que dice que la venida de Cristo daría por resultado la salva­ción de los gentiles. Santiago expresó su opinión en el sentido de que se debía aceptar libremente a los gentiles. Lo único que se les debía pedir era que se abstuvieran de prácticas que moles­taran en forma directa a los creyentes judíos.

 

3. La Carta

Para informar a las iglesias en Antioquia, Siria y Silicia esta decisión, el concilio formuló una carta que habría de ser llevada a dichas iglesias por representantes de la iglesia de Jerusalén. La carta declaró que los gentiles iban a ser recibidos con toda libertad en la iglesia, sobre la misma base que los judíos, y señaló las restricciones que Santiago había mencionado. La carta fue llevada a Antioquia por Judas y Silas quienes viajaron al norte con Pablo y Bernabé. Judas y Silas predicaron en Antioquia por un tiempo, y entonces regresaron a Jerusalén. Mas Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquia, ministrando la Palabra de Dios.

 

4.  La Decisión

Es muy difícil para nosotros apreciar la grande importancia del conflicto que se decidió en Jerusalén. A primera vista, puede parecemos como una discusión sobre algo sin mucha importan­cia. Pero Lucas sí se dio cuenta de su importancia y le dedicó una buena parte de su libro. El comprendió que si el concilio hubiese tomado una decisión distinta, la labor misionera de Pablo hubiera terminado de golpe; el evangelio no se hubiera dado a los gentiles; la iglesia hubiera sido solamente una peque­ña secta judaica, y el mandato de Cristo de llevar su evangelio a todo el mundo no hubiera sido obedecido.

 

***

 

PARTE 3

 

LA EXPANSIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO

 

 

CAPITULO 15

 

UN VARÓN MACEDONIO

 

 

Léase Hechos 15:36-16:15.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué llevó Pablo a Silas como compañero en su segundo viaje?

2. ¿Cómo fueron guiados los misioneros por el Espíritu Santo?

3. ¿Cómo fue recibido el evangelio en Europa?

 

Introducción

Después del Concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé volvieron a Antioquia en compañía de Judas y Silas. Cuando Judas y Silas regresaron a Jerusalén, Pablo y Bernabé siguieron predi­cando en Antioquia. La iglesia de Antioquia se componía de varias congregaciones y había otros obreros trabajando con Pablo y Bernabé en esa ciudad. Después de que ellos estuvieron ministrando allí un buen tiempo, Pablo le sugirió a Bernabé que debían visitar las iglesias que habían organizado durante su primer viaje misionero.

 

1. El Desacuerdo

Es triste, pero cierto, que ocurren fuertes desacuerdos entre los cristianos como entre los no cristianos. Ni aun los apóstoles se vieron libres de tales contenciones. Bernabé quiso llevar a Juan Marcos en el segundo viaje; Pablo no quiso. Marcos los había dejado en el primer viaje y por eso Pablo consideró tonto volverle a llevar con ellos. Quizá había entre ellos un desacuerdo anterior a éste, pues Gálatas 2:13 indica que Bernabé había seguido el ejemplo de Pedro de no comer con los gentiles. Si así fue, es muy posible que esto haya servido para debilitar la unión que había entre estos dos apóstoles. Sea como sea, deci­dieron separarse. Lucas no procura ocultar el problema y tam­poco echa la culpa a uno u a otro. Seguramente los dos com­partían la culpa. No obstante Dios en su sabiduría y gracia, usó aun estas flaquezas humanas para el extendimiento de su obra. Bernabé retornó a su isla natal de Chipre para continuar la obra ahí, mientras Pablo regresó al Asia Menor para visitar de nuevo a las iglesias. Como a él le hacía falta ahora un compañero de viaje, Pablo fue a Jerusalén para buscar a Silas. Estos dos enton­ces viajaron desde Antioquia hacia el norte, cruzando la sierra montañosa de los Tauros para llegar a Derbe y a Listra.

 

2. En Galacia

Ahora se encuentra a Pablo de nuevo entre la gente a quien anteriormente había escrito la carta a los Gálatas. Aquí es donde los cristianos habían sido expuestos a la enseñanza falsa de los judaizantes, los cuales recalcaron la necesidad de la circuncisión. Contra tal enseñanza Pablo se había opuesto enérgicamente. Sin embargo, ahora en Listra Pablo circuncidó a Timoteo, un joven cristiano, cuyo padre era griego, antes de incluir a Timo­teo en el grupo misionero. ¿Fue esto una contradicción de lo que Pablo había enseñado en su carta a los Gálatas? No. Pablo insistió en que los gentiles no necesitaban circuncidarse. Pero ya que la madre de Timoteo era judía, y tanto ella como la abuela habían educado a Timoteo en la fe judaica, (2 Ti. 1:5), Pablo decidió circuncidarle con el propósito de evitar conflictos inú­tiles. Esta actitud está de acuerdo con su idea de 1 Corintios 9:22 ... "A todos me he hecho de todo, para que de todos mo­dos salve a algunos".

Conforme visitaban las ciudades de su ruta, Pablo y Silas en­tregaban a las iglesias copias de la carta que el Concilio de Jerusalén había enviado a la iglesia de Antioquia. Esto sostuvo lo que Pablo había enseñado en su carta a los Gálatas, y forta­leció a las iglesias en su fe.

 

3. Guiados por el Espíritu

Los misioneros decidieron alargar su viaje más allá de las igle­sias que habían visitado anteriormente. Parece que pensaban predicar en la provincia de Asia, cuya ciudad principal era Efeso. Sin embargo el Espíritu Santo les prohibió predicar ahí. Puede ser que el Espíritu Santo haya hablado directamente con ellos, o quizá les habló por medio de algún profeta en alguna de las iglesias. Obedientes a la indicación recibida, ellos cambiaron de ruta y fueron hacia el norte en la dirección de las ciudades de Bitinia. (Véase un mapa). Mas otra vez el Espíritu Santos los detuvo. Por lo tanto se encaminaron hacia el poniente, hasta llegar a Troas, la antigua ciudad de Troya.

Estando ellos en Troas, el Espíritu Santo nuevamente les guió, esta vez en una manera positiva. Pablo tuvo una visión de un hombre que les llamaba a visitar Macedonia, por lo tanto abor­daron un barco para ir a Filipos, ciudad situada en el continente de Europa. Lucas les acompañó desde Troas, tomando el barco juntamente con ellos.

 

4. El Evangelio en Europa

El viaje de Troas a Neápolis, rumbo al norte se hizo en dos días. Neápolis era el puerto de Filipos. Filipos era una impor­tante ciudad de Macedonia. Era colonia romana poblada por soldados romanos jubilados, cosa que daba a la ciudad cierto prestigio.

En Filipos Pablo siguió su costumbre de predicar primero a los judíos. No había sinagoga. Esto indica que no había muchos judíos en Filipos, ya que con sólo diez hombres judíos se podía establecer una sinagoga. Cuando no había suficientes hombres como para formar una sinagoga, era costumbre de los judíos buscar algún otro lugar donde pudieran adorar a Dios. En Fili­pos se reunían en la ribera del río. Pablo, Silas, Timoteo y Lucas encontraron este lugar y predicaron a las mujeres ahí reunidas el mensaje de la salvación de Cristo. Este primer mensaje del evangelio que se predicó en el continente de Europa fue bende­cido por Dios. Entre las mujeres presentes estaba Lidia, una mujer que era "temerosa de Dios" (o sea, una persona que, sien­do gentil, adoraba al Dios de Israel).

Ella vendía la tela color púrpura que se usaba mucho en las clases sociales de prestigio. Esta mujer creyó, y ella y los de su casa fueron bautizados. Ella insistió en que los misioneros se hospedaran en su casa mientras estuvieran en Filipos. Así fue establecida en Europa una cabeza de playa para el evangelio.

 

***

 

CAPITULO 16

SERAS SALVO TU...

 

Léase Hechos 16:16-40.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué fueron echados a la cárcel los misioneros?

2. ¿Qué sucedió cuando estaban prisioneros?

3. ¿Cómo fueron librados de la cárcel?

 

Introducción

La misión en Macedonia tuvo éxito desde el principio. Pablo y Silas permanecieron ahí por un buen tiempo predicando el evangelio.

 

1. La Muchacha Esclava

Lucas nos relata de una muchacha trágicamente cautiva. Primero, porque era una esclava. Un esclavo no tenía ningún derecho propio, pues estaba absolutamente sujeto en todo a la voluntad de su dueño. Esta muchacha era propiedad de unos hombres cuyo único interés era el dinero. Segundo, estaba po­seída por un demonio, cosa que sucedía con mucha frecuencia en la época de Cristo y de los apóstoles. Este demonio obligaba a la muchacha a adivinar, y sus amos crueles la usaban para ganar dinero.

Andando en la ciudad, Pablo y sus compañeros con frecuen­cia se encontraban con la muchacha. Siempre ella los seguía y con gritos de burla, los llamaba "siervos del Dios Altísimo, quienes anuncian el camino de la salvación" (16:17). Durante el ministerio de Jesús, los demonios habían declarado que él era el Hijo de Dios y él los había callado. Los demonios son testigos nulos para el evangelio. Las burlas de esta muchacha no sola­mente no ayudaban a los apóstoles, sino les eran un obstáculo.

Un día Pablo se dirigió a la muchacha y ordenó que el demo­nio saliera de ella. El demonio se sometió al poder del nombre de Jesucristo. Inmediatamente, la muchacha quedó transfor­mada. Sus amos, en vez de estar agradecidos porque ella había sido sanada del tormento de su alma, se enfurecieron porque Pablo les había quitado la fuente de sus ganancias. Agarraron a Pablo y a Silas y los llevaron a las autoridades.

 

2.  El Juicio y la Cárcel

Difícilmente se encontraría algún juicio más injusto que el que tuvieron estos apóstoles. Los cargos presentados fueron fal­sos. No se les permitió contestar a dichos cargos. La multitud gritó en su contra y las autoridades mandaron azotarles. Quizá esto haya sido un ejemplo del antisemitismo (el odio a los judíos), que era muy común en el imperio romano.

Una vez azotados los apóstoles, los magistrados los enviaron a la cárcel donde fueron tratados como los peores criminales. Les pusieron en el calabozo de más adentro, para mayor segu­ridad, y además sus pies fueron puestos en el cepo.

No sería nada extraño leer que Pablo y Silas estuviesen muy desanimados. Pero no fue así. Aún a medianoche estaban can­tando himnos mientras que los demás presos los escuchaban asombrados. ¡Qué distintos eran estos presos!

Quizá Pablo y Silas pensaron que su encarcelamiento era un estorbo al evangelio. La verdad es que Dios usó esta circuns­tancia para que uno de sus escogidos escuchara el evangelio. Dios estaba guiando aún por caminos difíciles. Estando los misione­ros en la cárcel, ahora interviene Dios por medio del terremoto que libró a los presos. Esto abrió el corazón del carcelero para recibir el mensaje de salvación de labios de sus presos. Como resultado del encarcelamiento de Pablo y Silas, el carcelero y su familia se convirtieron. Ahora, en vez de tratar a Pablo y a Silas como a los criminales más viles, el carcelero los llevó a su casa y los trató como huéspedes de honor.

 

3.  Librados de la Cárcel

Quizá por la mañana las autoridades se dieron cuenta de que el juicio del día anterior había sido injusto. Como sea, ellos mandaron decir al carcelero que soltase a los presos y que les dijera que salieran de la ciudad. Mas Pablo no quiso irse así. Hizo saber a los mensajeros que ellos eran ciudadanos romanos y que no saldrían de la cárcel sino hasta que viniesen los magistrados a darles su libertad. ¡Imagínese el temor de los magistra­dos cuando oyeron esto! Los ciudadanos romanos gozaban de privilegios muy especiales; Pablo hubiese podido causarles gran­des problemas. Gustosamente vinieron para sacar personalmen­te a Pablo y a Silas de la cárcel.

¿Por qué lo hizo Pablo? ¿Estaba buscando una simple ven­ganza? No. Pablo se interesaba en la justicia. Dios ha ordenado a las autoridades que velen por los hombres inocentes, no que los maltraten. Así que Pablo aprovechó esta oportunidad para recordar a los dirigentes de sus responsabilidades para que en el futuro no maltratasen a otros.

Después de que los misioneros regresaron a la casa de Lidia, para darle ánimo a ella y a los demás cristianos, salieron de Filipos para continuar la obra evangelística en otras regiones cíe Macedonia. Mas Lucas permaneció en Filipos y no se volvió a unir a Pablo sino hasta el tercer viaje misionero.

 

***

 

CAPITULO 17

AL DIOS NO CONOCIDO

Léase Hechos 17:1 -34.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿En qué forma causó problema la envidia en Tesalónica?

2. ¿Cómo fue recibido el evangelio en Berea?

3. ¿Qué tipo de testimonio dio Pablo en Atenas?

 

Introducción

Al ser obligados Pablo y Silas a salir de Filipos, se fueron hacia el poniente para continuar la evangelización de Macedonia. Como era su costumbre, Pablo fue a las ciudades más impor­tantes y predicó en ellas. Una vez establecida una iglesia, ésta podría extenderse a la región alrededor y Pablo podría usar su tiempo y su energía para llevar el evangelio a nuevas regiones.

1. En Tesalónica

Tesalónica quedaba a unos ciento sesenta kilómetros al po­niente de Filipos. Era una ciudad importante en un lugar estra­tégico. Poco después de estar establecida ahí la iglesia, Pablo escribió una carta en la que dijo: "Porque partiendo de vos­otros ha sido divulgada la Palabra de Dios, no sólo en Macedo­nia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido" (1Ts. 1:8). Esta información habla no sola­mente de la fe de los cristianos en Tesalónica, sino también indica que lo que sucedió, pronto se supo; por todas partes. Tesalónica era una ciudad muy importante para evangelizar.

Pablo siguió su costumbre de usar la sinagoga de los judíos para empezar su trabajo. Por tres sábados seguidos habló en ella, y algunos judíos y griegos creyeron. Lucas menciona única­mente estas tres semanas y luego relata la persecución que los judíos incitaron. Pero Pablo, en su carta, les recuerda que él hizo trabajo manual entre ellos "de noche y de día para no ser gravoso a ninguno de vosotros" (2:9). Esto sugiere que él quedó ahí un tiempo más largo. Por sus cartas, también se ve que él enseñó todas las doctrinas de la fe, y no es probable que él haya hecho todo esto en sólo tres semanas.

El éxito de su ministerio trajo la oposición de parte de los judíos, quienes instigaron un alboroto, pagando a unos "ociosos hombres malos" para que les ayudaran. Como no encontraron ni a Pablo ni a Silas, tomaron a Jasón, en cuya casa estaba hos­pedado Pablo, y le llevaron ante las autoridades.

Era falsa la acusación formulada en contra de los cristianos. "Todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús" (17:7). Describieron a los apóstoles como aquellos "que trastornan el mundo entero" (17:6). ¡Qué bien dicho! El mundo está efectivamente "de cabeza" a causa del pecado; pero para el incrédulo esta situación le parece normal. Así que cuando el evangelio sitúa las cosas correctamente, parece que se ha trastornado el mundo. Esta afirmación de los acusa­dores es un tributo al evangelio de Cristo, y a la predicación de los apóstoles.

Fue necesario que Jasón y los demás diesen una fianza. Pro­bablemente tuvo que depositar dinero que quizá se perdiera si había otro escándalo semejante, por causa de la fe cristiana. Los discípulos enviaron entonces a Pablo y a Silas de noche a Berea, un pueblo más pequeño, no muy lejano.

 

2. En Berea

Sin desanimarse por lo sucedido en Tesalónica, los apóstoles predicaron en la sinagoga en Berea. Aquí fueron recibidos en una manera muy distinta. Los judíos de Berea estaban muy impresionados por la explicación que los apóstoles dieron del Antiguo Testamento, y se pusieron a estudiar las Escrituras para determinar de la verdad del mensaje cristiano.

La noticia del éxito de Pablo y Silas en Berea no tardó en llegar a Tesalónica. Los judíos, no conformes con haber sacado a los apóstoles de Tesalónica, vinieron a Berea y alborotaron a la gente de ahí. Parecía inminente una repetición del alboroto de Tesalónica. Entonces los creyentes —pues el Señor había ben­decido el ministerio de los apóstoles en Berea— enviaron a Pablo por barco a Atenas.

 

3. En Atenas

Silas y Timoteo se quedaron en Berea cuando Pablo partió.

Pero cuando los bereanos que acompañaron a Pablo hasta Atenas se disponía a regresar a casa, Pablo les pidió que dijeran a Silas y a Timoteo que se reunieran con él en Atenas.

Los griegos tenían una religión politeísta, o sea, que tenían muchos dioses. Aún hoy hablamos del "Pantheon Griego" (Pantheon significa "todos los dioses"). Por lo tanto, en toda ciudad griega había muchos ídolos y altares de toda clase. Así era en Atenas. Al pasear Pablo por la ciudad y ver tantos altares, no pudo quedarse callado y habló con el pueblo de Atenas acerca de sus dioses. Pablo era celoso del honor del único verdadero Dios, el Padre de Jesucristo. El no podía ver a los hombres adorando a otros dioses.

El testimonio constante de Pablo llegó al conocimiento de algunos de los filósofos atenienses. Atenas se consideraba a sí misma como el primer centro de la cultura, y todos los atenien­ses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se inte­resaban sino en decir o en oír algo nuevo (17:21). Los filósofos trajeron a Pablo al Areópago, el tribunal de la ciudad al aire libre. Parece que también era el centro usado para las discu­siones filosóficas. Aquí, los filósofos le pidieron a Pablo que ex­plicara sus enseñanzas.

El discurso de Pablo muestra con cuanta sabiduría él pudo adaptar su mensaje a su auditorio. Cuando él hablaba a los judíos, él podía suponer que sus oyentes conocían el Antiguo Testamento; aquí él estaba dirigiendo a paganos, por lo tanto no usó el Antiguo Testamento. Comenzó su discurso hablando sobre la creación, y mostró que Dios, que está sobre todas las cosas y que controla todas las cosas, no puede ser representado por imágenes. En las sinagogas Pablo usaba la historia de Israel para introducir al evangelio; aquí él principió por llamar la atención de los atenienses a cierto altar levantado "a un dios no conocido". Sin embargo, aunque empezó su discurso hablando de cosas que sus oyentes bien podían aprobar, no comprometió su mensaje. Presentó el evangelio puro. Declaró que Dios ahora exige el arrepentimiento, que Dios juzgará al mundo por medio de Cristo, y que la resurrección de Cristo señala el juicio venidero.

Ea reacción a su discurso no fue gran cosa. "Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez" (17:32). El evangelio es locura para los gentiles (1 Co. 1:23). No obstante algunos creyeron, inclusive un miembro del Areópago. Aunque "no muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni mu­chos nobles" (1 Co. 1:26), sin embargo Dios tiene su pueblo en cada nivel de la sociedad. Así es que, es menester predicar el evangelio a todos los hombres, tanto a los ricos como a los pobres, los de mucha fama como a los desconocidos.

 

***

 

CAPITULO 18

NO QUEREMOS QUE IGNORÉIS

 

Léase I y II Tesalonicenses

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el fondo histórico para I y II Tesalonicenses?

2.  ¿Por qué escribió Pablo estas cartas?

3. ¿Cuáles doctrinas se enseñan en estas cartas?

4. ¿Cuáles consejos da Pablo en estas cartas para la vida cristiana diaria?

 

Introducción

Cuando Pablo se vio obligado a salir de Tesalónica por causa de la oposición de los judíos, partió para Berea donde su minis­terio tuvo una acogida buena. Mas los judíos de Tesalónica lo siguieron hasta Berea, y le obligaron nuevamente a abandonar este lugar. De Berea, Pablo siguió hasta Atenas. Pero su preo­cupación por los cristianos tesalonicenses hizo que enviara a Timoteo a Macedonia para ver cómo estaban. Al regresar Ti­moteo con buenas noticias acerca de la iglesia en Tesalónica, Pablo escribió estas cartas.

 

1. Fecha y Lugar

Tanto la primera carta como la segunda a los tesalonicenses se escribieron desde Corinto, cuando Pablo estaba en su segundo viaje misionero, entre los años 50 y 53 d.C.

 

2. Propósito

Pablo escribió estas cartas con el propósito de animar a los tesalonicenses en su fe cristiana; de informarles sobre la segunda venida de Cristo, y de instruirles en el vivir diario cristiano.

 

3. Bosquejo

 

I Tesalonicenses                                                          Capítulos

I. Gratitud por la fe de los tesalonicenses                                 1

II. Confirmación del amor de Pablo hacia los

Tesalonicenses                                                                        1-3

III. Instrucciones para la vida cristiana                         4:1-12

IV. Enseñanza sobre la segunda venida de Cristo                    4:13-5:11

V. Más instrucciones ara la vida cristiana                                 5:12-28

 

II Tesalonicenses Capítulos

I. Evidencias presentes del juicio venidero                               1

II. Acontecimientos futuros conducentes a la

segun­da venida de Cristo                                                        2

III. Requisitos presentes para el trabajo fiel                             3

 

4. Contenido

 

Tema Principal

Las cartas de Pablo a los tesalonicenses a veces se les llama las cartas escatológicas, porque tratan mucho acerca de la escatología (los acontecimientos en los últimos días). A través de ambas cartas hay muchas referencias a la segunda venida de Cristo y al juicio venidero. También hay algunos pasajes im­portantes en los cuales Pablo habla justamente sobre este tema. Los hermanos tesalonicenses estaban pensando en lo que podría sucederles a aquellos creyentes que ya habían muerto. Pablo les aseguró que al volver Cristo, los creyentes muertos habrán de resucitar y se encontrarán con Cristo en el aire. Luego, aquellos creyentes que aún viven, serán arrebatados para encontrarse con Cristo y con sus hermanos resucitados.

En 1 Tesalonicenses 5:1-11 Pablo habla sobre la pregunta de cuándo será la segunda venida de Cristo. Les recuerda a los tesalonicenses que esta segunda venida no es algo a que se le pueda dar una fecha exacta. Cristo vendrá, no cuando los hom­bres le estén esperando, sino como ladrón en la noche.

En 2 Tesalonicenses 1:6-10 Pablo habla sobre aquéllos que están persiguiendo a los creyentes. Tiene palabras duras acerca del juicio de Dios que vendrá sobre ellos. Debemos tener pre­sente que a segunda venida de Cristo no sólo será un tiempo de mucha gloria y bendición para el pueblo de Dios. También será un tiempo de juicio y de castigo para aquéllos que se han puesto en contra de Dios y de su iglesia.

Luego, en 2 Tesalonicenses 2:1-12, Pablo explica acerca del "hombre de pecado", que también tiene el nombre "anticristo".

Algunos de los tesalonicenses temían que ya hubiera tenido lugar la resurrección. Pero Pablo les aseguró que la segunda venida de Cristo no se efectuaría, sino hasta que "el hombre de pecado" fuera revelado. Este anticristo se exaltará a sí mismo como Dios. Más cuando Cristo viniere, el lo matará "con el espíritu de su boca" (2:8). No importa cuan fuertes sean los poderos del maligno; nunca podrán resistir ante el poderío de Dios.

 

Otras Doctrinas

A pesar de que Pablo había tenido un ministerio relativa­mente breve entre los tesalonicenses, sin embargo pudo darles un buen entendimiento de la doctrina cristiana. A través de sus cartas, hace referencia a muchas doctrinas. Habla acerca de Dios, de la elección divina, del llamamiento eficaz, de la con­versión, de la santificación, además de la segunda venida de Cristo, la resurrección y el juicio final.

Pablo recalca en ambas cartas la soberana obra de Dios en la salvación de su pueblo. Como los tesalonicenses habían reci­bido la predicación del evangelio de parte de Pablo, éste sabía que el Espíritu Santo había obrado en sus corazones. Estaba seguro de que Dios les había escogido para sí mismo. Pablo dice (1 Ts. 5:9), "Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él". Y en 2 Tesalonicenses 2:13 les vuelve a recordar que Dios les había escogido para ser salvos, para ser santificados por medio del Espíritu, y para tener fe en la verdad.

 

Asuntos Prácticos

Pablo nunca estaba satisfecho con sólo enseñar la doctrina cristiana. Su meta no era solamente que los hombres conocieran acerca de la verdad de Dios, sino que esta verdad tuviera como resultado un cambio en sus vidas. Los cristianos tesalonicenses vivían en una sociedad donde el divorcio y la inmoralidad sexual eran problemas de primer orden. Por ello, Pablo les exhortó mucho sobre este tema y les instó a que vivieran felizmente con sus propios maridos y esposas (1 Ts. 4:1-8).

Una de las muestras más grandes del cristianismo, es el amor fraternal. Los tesalonicenses ya habían demostrado tener este amor el uno para con el otro. Pablo les hace un llamado para que continúen en este amor hacia el prójimo, y para que lo aumenten (1 Ts. 4:9-10).

Pablo también los instruyó para ser diligentes y fieles trabaja­dores en aquellas vocaciones a que Dios les había llamado. Siem­pre existe el peligro de que pensemos en el evangelio como algo completamente divorciado de nuestro trabajo cotidiano. Pablo nunca pensó así. Una de las características de un cristiano ver­dadero es, que hace bien el trabajo que Dios le ha dado para hacer. En 2 Tesalonicenses, Pablo trata ampliamente este tema. Parece que algunos hermanos habían malentendido la ense­ñanza de Pablo sobre la segunda venida de Cristo. Estaban tan confiados en que Cristo vendría en cualquier momento, que habían dejado de trabajar y se habían convertido en ociosos. Por lo tanto, Pablo advirtió de que "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Ts. 3:10).

5.  Conclusión

Estas cartas, escritas a aquellos que eran todavía tiernos en su fe, sirven para recordar a la iglesia la forma en que Pablo tra­bajaba. Fue evangelista, como también maestro. No sólo lla­maba a los hombres a tener fe en Cristo, sino que también les enseñaba acerca de él. Además de esto, Pablo fue un pastor. Era su deseo ferviente que aquéllos que habían sido convertidos a través de su ministerio, viviesen vidas que trajeran honra y gloria al Señor Jesucristo, a quien él servía.

 

***

 

CAPITULO 19

MUCHO PUEBLO EN ESTA CIUDAD

 

Léase Hechos 18:1-28.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué tan efectivo fue el ministerio de Pablo en Corinto?

2. ¿A dónde fue Pablo después de salir de Corinto?

3. ¿Qué instrucción recibió Apolos en Efeso?

 

Introducción

La fiel predicación del evangelio en el mercado de Atenas había propiciado una invitación para hablar a los filósofos reu­nidos en el Areópago. La mayoría de aquellos filósofos recha­zaron el mensaje de Pablo; aunque algunos sí creyeron. Pablo entonces abandonó Atenas, y se dirigió hacia Corinto. Estas dos ciudades eran muy diferentes. Atenas era el centro de la cultura griega y de la enseñanza. Corinto que era puerto, era famoso en todo el imperio romano por su inmoralidad.

 

1. El Ministerio en Corinto

En Corinto, Pablo conoció a Aquila y a su mujer Priscila. Estos habían venido de Roma cuando a los judíos los habían ex­pulsado de aquella ciudad. Al igual que Pablo, su oficio era el de hacer tiendas. Pablo se hospedó con ellos, y trabajó con ellos mientras predicaba el evangelio en Corinto. Asistía los sábados a las sinagogas y hablaba a los judíos acerca de Cristo. Después de un tiempo, surgió entre los judíos la oposición a Pablo. Cuan­do ellos ya no quisieron escuchar el evangelio, Pablo "les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra pro­pia cabeza; yo limpio; desde ahora me iré a los gentiles" (v. 6). Pablo dejó de ir a la sinagoga, y predicó el evangelio en la casa de Tito Justo, que estaba junto a la sinagoga. No todos los judíos habían rechazado el mensaje. Crispo, el principal de la sinagoga, y muchos otros habían creído.

Por este tiempo, Pablo tuvo una visión. Se le apareció el Señor, quien le dijo, "No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre tí la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (w. 9-10). Pue­de parecer un poco extraño que ahora, cuando leemos que no había ninguna persecución, Pablo necesitaba esta palabra de aliento de parte del Señor. El miedo no es cosa que se siente sólo en momentos de mayor peligro. Pablo no era diferente en este sentido a nosotros. En el momento en que más necesitamos aliento, Dios nos lo da.

La visión también, sirvió como preparación para la persecu­ción que habría de venir en breve. Al entrar Galión como pro­cónsul, los judíos presentaron ante él una acusación contra Pablo. Sin embargo, Galión no atendió a los judíos, dándose cuenta de que a Pablo no se le acusaba de quebrantar alguna ley romana, sino simplemente de ofender a los judíos en asuntos religiosos. Sus decisiones de no escuchar siquiera a la acusación de los judíos fue una oportunidad para que los griegos expresasen su odio con­tra los judíos. Sostenes, que posiblemente fue nombrado el prin­cipal en la sinagoga después de la conversión al evangelio de Crispo, fue tomado en frente del palacio de gobierno y golpeado por los griegos, y el gobernador ni siquiera hizo caso de ello.

 

2. Después de Corinto

Cuando Pablo ya había estado en Corinto más de un año y medio, se despidió de los hermanos de ahí. Llevando a Aquila y a Priscila con él, inició su viaje de regreso a Siria. Antes de salir de Cencrea, que era el puerto de Corinto, se rapó la cabeza pues había hecho un voto. Pablo, el apóstol a los gentiles, se oponía cuando los judíos obligaban a los gentiles a obedecer la ley de Moisés; sin embargo él, en lo personal, no creía necesario abandonar todas las costumbres y prácticas de su pueblo.

Pablo se detuvo en Efeso y predicó el evangelio en la sina­goga judía. Los judíos estaban ansiosos de saber más sobre el evangelio, y pidieron que Pablo se quedara más tiempo con ellos. No le fue posible a Pablo permanecer más ahí, pero pro­metió regresar en una fecha no lejana. Dejó a Priscila y a Aquila ahí para que ellos siguiesen predicando el evangelio o instruyendo a los que habían creído.

Pablo navegó hasta Cesárea, donde subió a Jerusalén para saludar a la iglesia de ahí. Retornó a Antioquia de Siria, lugar donde comenzaban y terminaban sus viajes misioneros. No permaneció en Antioquia mucho tiempo, cuando nuevamente salió en otra de sus giras. Como en el segundo viaje, pasó por las re­giones norteñas de Galacia y Frigia, y luego regresó a Efeso por la vía terrestre.

 

3. Apolos en Efeso

Después de que había salido Pablo de Efeso, llegó a esta ciudad un judío alejandrino llamado Apolos, y comenzó a ense­ñar a la gente. Era hombre de gran elocuencia. Creía en las Escrituras, pero no conocía el mensaje completo del Señor Jesu­cristo. Únicamente había aprendido el mensaje predicado por Juan el Bautista. Sin embargo, lo que sabía eso predicaba. Ahora bien, Priscila y Aquila llegaron a oirle cuando estaban en Efeso; dándose cuenta de cuánto le faltaba por saber, le ense­ñaron acerca del Señor Jesucristo y acerca del evangelio que pre­dicaba. En verdad, Apolos debe haber sido un hombre verda­deramente humilde, ya que vemos que consintió en que unos pobres hacedores de tiendas le enseñaran.

Apolos decidió luego que era mejor para él pasar a la región de Acaya. Quizá pensó que después de haber predicado en Efeso el mensaje de Juan el Bautista, sería difícil para el pueblo entender por qué ahora proclamaba un mensaje más completo. Llevando una carta de los hermanos en Efeso a los hermanos de Corinto, Apolos se dirigió a esta ciudad, y fue recibido por la iglesia. Predicó el mensaje que había recibido de Aquila y de Priscila, y así sirvió de mucho a la iglesia de Jesucristo ahí.

 

***

 

CAPITULO 20

¡GRANDE ES DIANA DE LOS EFESIOS!

 

Léase Hechos 19.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué bautizó Pablo a los discípulos que encontró en Efeso?

2. ¿Qué éxito tuvo el ministerio de Pablo en Efeso?

3. ¿Qué causó el alboroto en Efeso?

 

Introducción

Era probablemente la primavera del año 54 d.C., cuando Pablo salió de Antioquia de Siria en su tercer viaje misionero. Viajando rumbo al norte, visitó de nuevo a las iglesias de Galacia. Luego se dirigió hacia el poniente hasta Efeso, pues había prometido al pueblo que regresaría. Arribó a Efeso después de la salida de Apolos hacia Corinto.

 

1. Los Discípulos Rebautizados

Poco después de haber llegado a Efeso, Pablo se encontró con unos discípulos cuya fe no era completa. Conocían únicamente el mensaje de Juan el Bautista. Si es que ellos habían estado en Palestina y habían oído predicar a Juan, o si habían oído este mensaje de labios de Apolos, no lo podemos precisar. Pero por cuanto no conocían a Jesús como el Cristo, no habían recibido al Espíritu Santo. Pablo les explicó que Cristo había venido, y entonces fueron bautizados en el nombre de Jesús. Este es el único caso en el Nuevo Testamento en que unos creyentes son rebautizados. Pablo los bautizó probablemente porque ellos no habían recibido el Espíritu Santo, como los primeros creyentes el día de Pentecostés. Cuando Pablo les impuso las manos, ellos recibieron el Espíritu. Hablaron en lenguas y profetizaron, al igual que los discípulos en el día de Pentecostés y los creyentes en la casa de Cornelio. Según parece, estos dones especiales del Espíritu Santo eran una marca común de los cristianos de aque­llos primeros días.

 

2.  El Ministerio en Efeso

En Efeso, Pablo tuvo los problemas de costumbre con los ju­díos. Aunque por un tiempo corto tuvieron buena disposición para escucharle, algunos le comenzaron a contradecir y a hablar en contra de "El Camino". Por ello, Pablo comenzó a reunirse con judíos cristianos en la escuela de Tiranno. Algunos docu­mentos sugieren que Pablo usaba este salón de las 11 horas hasta las 16 horas, lo que en Efeso eran horas de siesta.

Es poco lo que relata Lucas sobre el ministerio de Pablo en Efeso. Pablo estuvo ahí casi tres años. Es muy posible que tuvo que enfrentarse a una oposición fanática, ya que escribe a los corintios que él había batallado "en Efeso contra fieras" (1 Co. 15:32). Sin embargo, hay algunos datos en el relato de Lucas que muestran el éxito del ministerio de Pablo.

En Efeso Dios le dio a Pablo un poder fuera de lo ordinario para hacer milagros. Esto atrajo a las multitudes. También atrajo la atención de algunos judíos ambulantes que decían tener el poder de echar fuera a los demonios. Los hijos de Esceva quisieron echar fuera a un demonio, usando el nombre de "Jesús, el que predica Pablo" (v. 13), pero lo único que lograron fue enfurecerlo y tuvieron que huir corriendo muy humillados.

Aún este intento de parte de los hijos de Esceva de usar el nombre de Jesús como un talismán mágico, tuvo efecto salu­dable. Hubo una gran confesión de pecados, e hicieron una fogata donde quemaron sus libros de magia. El resultado de de todo esto fue que hubo un aumento maravilloso en el poder del evangelio —"Así crecía y prevalecía poderosamente la pala­bra del Señor" (v. 20).

 

3. El Alboroto

Más o menos en el tiempo que Pablo ya estaba pensando irse de Efeso, ocurrió un alboroto. Efeso era el centro de la adora­ción a la diosa Diana. Esta Diana no era la diosa romana de la cacería y el campo, que tanto se menciona en la mitología. Diana de Efeso era la diosa de la tierra, la autora de la vida y la fertilidad. Su templo estaba en Efeso, sin embargo ella era ado­rada en todo el imperio romano.

Los plateros de Efeso hacían muy buen negocio, confeccionan­do imágenes de la diosa y de su templo. Pero conforme avan­zaba el evangelio, la demanda para estas imágenes iba reduciéndose. Por fin uno de ellos, Demetrio, reunió a los demás y acusó a Pablo de lesionar su negocio y de insultar a la diosa. Era muy astuto Demetrio. El incitó a los plateros a un alboroto, sin que él mismo lo tuviera que sugerir.

Los plateros alborotadores influyeron en toda la población. Posiblemente haya sido durante la fiesta primaveral en honor a Diana cuando Demetrio instigó este alboroto. Habría sido muy fácil en esos días juntar a mucha gente al grito de "Grande es Diana de los efesios". Pronto estaba alborotada la ciudad entera. El gentío colmó el teatro municipal, un edificio que tenía cabida para 25.000 personas.

Aunque las gentes se arremolinaron al teatro para tener una "asamblea municipal", no pudieron hacer nada. No pudieron hallar a Pablo. Pablo quería presentarse en el teatro y hablar a la multitud, pero sus amigos sabiamente le convencieron que no lo hiciera. Los judíos enviaron a uno de ellos, a Alejandro, para hablar. Probablemente lo que iba a decir a la gente era que los judíos no tenían nada que ver con estos cristianos. Pero cuando la multitud se dio cuenta de que era judío, hicieron tanto escándalo que éste no pudo hablar. Claramente a los efesios no les gustaba los judíos.

El escribano municipal al fin logró calmar los ánimos de la gente, y les llamó la atención por su conducta indebida. Explicó que ninguna ley se había quebrantado. No se había blasfemado en contra de la diosa. Y si había una acusación que presentar, se podía traer ante las cortes de la ciudad, las cuales estaban en funciones, y Demetrio y sus compañeros podrían utilizar los medios legales para arreglar sus asuntos. Despidió al pueblo, quienes salieron del teatro ya muy calmados. Es de interés notar que para esta época, las autoridades romanas generalmente fa­vorecían a la iglesia. No fue sino hasta más tarde cuando el poder de Roma se tornó en persecución contra la iglesia.

 

***

 

CAPITULLO 21

A LA IGLESIA DE DIOS EN CORINTO

 

Léase 1 y 2 Corintios.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el fondo histórico de estas dos cartas?

2. ¿Qué problemas trata Pablo en 1 Corintios?

3. ¿Por qué empleó tanto tiempo Pablo en discutir su minis­terio, en 2 Corintios?

 

Introducción

Pablo, en su segundo viaje misionero, había pasado un año y medio en Corinto. La mayor parte de los miembros de la iglesia que allí se desarrolló provenían del paganismo. No nos debería sorprender que muchos problemas se hayan suscitado en esta comunidad cristiana.

 

1. Lugar y Fecha

Pablo se enteró de los problemas en Corinto mientras minis­traba en Efeso su tercer viaje misionero, aproximadamente en el año 55 d.C. Fue cuando escribió la primera carta a los Co­rintios. La segunda carta a los Corintios la escribió aproxima­damente en el año 56 d.C., de algún lugar en Macedonia (posi­blemente desde Filipos) mientras iba en viaje de Efeso a Corinto.

 

2.  Propósito

Pablo recibió la información acerca de las condiciones en Corinto de los de la casa de Cloé, una de las familias de la igle­sia en Corinto. También, recibió una carta de los corintios en la que le pedían su consejo sobre ciertos asuntos. Escribió 1 Co­rintios con el propósito de tratar los problemas y contestar las preguntas que habían llegado a su conocimiento. En todo, Pablo sostuvo que las dificultades serían resueltas, si se reconocía a Jesús como Señor.

Después de que Pablo salió de Efeso, recibió noticias sobre los resultados de su primera carta y sobre otros acontecimientos postenores. Esta información impulsó a Pablo a escribir 2 Corintios. El propósito de esta carta era el de justificar y defender su mi­nisterio y apostolado. Es claro que algunos corintios negaron el apostolado de Pablo, y que dudaron de los motivos de su minis­terio. Aunque en la segunda carta hay expresiones de gratitud por la acogida que los corintios hicieron a sus ideas y por su obediencia a ellas, sin embargo, el interés principal es el de res­ponder a sus acusadores.

 

3.  Bosquejos

I Corintios                                                                     Capítulos

I. Problemas sobre:

A. Las  divisiones                                                        1-4

B. La fornicación                                                        5

C. Los juicios civiles                                                   6

II. Preguntas sobre:

A. El matrimonio                                                         7

B. Carne ofrecida a los ídolos                          8-10

C. Métodos para la adoración                                     11

D. Los dones espirituales                                            12-14

E. La resurrección                                                       15

F. La  colecta                                                              16

 

II Corintios                                                                   Capítulos

I. El carácter del ministerio de Pablo                            1-7

II. La naturaleza de la ofrenda cristiana                                    8-9

III. La prueba del apostolado de Pablo                                   10-13

 

4. Contenido

 

Los Problemas

Los problemas de la iglesia en Corinto eran principalmente tres: a) Habían surgido divisiones entre los hermanos; b) Había sucedido un caso de abierta inmoralidad; ye) Los hermanos corintios estaban recurriendo a las autoridades civiles llevando quejas del uno contra el otro. El punto de vista de Pablo sobre cada uno de estos problemas descansa en el hecho de que el Señor Jesucristo, no sólo es Salvador sino también Señor.

Tratando el asunto de las divisiones, él hace ver que ni Pablo, ni Pedro, ni Apolos son importantes. Nadie debería considerarse como partidario de ninguno de estos hombres. Tampoco debe­ría alguien jactarse por pertenecer a Cristo, como si se pudiera colocar a Cristo en oposición con los hombres que son sus siervos. Es todo lo contrario; Cristo lo es todo. El es el fundamento sobre el cual toda la obra cristiana se edifica. Por lo tanto, toda nuestra lealtad pertenece a él, y únicamente a él. Donde existe esta lealtad no habrá ningún peligro que la iglesia se divida en partidos, tomando como centro las personalidades de los líderes.

El hecho de que hubieran surgido estas divisiones en la iglesia de Corinto, es prueba de que los creyentes corintios aún no esta­ban maduros espiritualmente. Pablo les dice, "De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, por­que aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, con­tiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hom­bres?" (1 Co. 3:1-3). Los corintios necesitaban crecer en Cristo, de tal manera que su señorío fuera realmente reconocido en todos los aspectos de sus vidas.

Si Cristo verdaderamente es el Señor, no debería haber inmo­ralidad en su iglesia. Ya que había surgido un caso de fornica­ción en la iglesia misma, Pablo exhorta a los corintios a discipli­nar al ofensor, con la esperanza de poderlo corregir. Deberían excluirlo de su comunión, para que así no corrompa a la iglesia toda. Aunque los creyentes tienen que vivir junto a hombres malos aquí en el mundo, la iglesia de Cristo no debe dar cabida a los que viven en pecado.

Pablo ataca el problema de juicios civiles entre los hermanos en la misma manera. Les dice a los corintios que recuerden los grandes privilegios que son suyos. "¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?" (1 Co. 6:3). Cuando surgen entre hermanos diferencias en asuntos terrenales, éstos deberían ser solucionados entre los mismos cre­yentes, y el asunto no debería ser llevado ante la autoridad civil. Es mucho mejor, dice Pablo, que suframos la pérdida injusta de nuestros bienes y derechos, y no que neguemos que Cristo es el Señor, llevando el asunto a las autoridades.

 

Las Preguntas

Después de resolver los problemas presentados por la familia de Cloé, Pablo pasa a los asuntos que le habían preguntado los cristianos corintios en la carta que le habían enviado. Primero aborda el tema del matrimonio. En el ambiente pagano de Corinto, la enseñanza cristiana sobre el matrimonio debió haber parecido muy extraña y severa. Los corintios tenían una lista de preguntas sobre el matrimonio, y Pablo les contesta una por una. En todos los casos, Pablo es guiado en sus consejos por la enseñanza del Señor Jesucristo de que el matrimonio es para toda la vida. Es una unión en que dos personas se entregan sin reservas el uno al otro. Pablo insiste en que este ideal se debe mantener hasta lo imposible. Aun cuando uno de los miembros no sea creyente, la persona que es creyente deberá hacer todo lo que le sea posible para mantener íntegro el matrimonio. Por causa de algunos de los problemas que tenían varios de los co­rintios, Pablo aconsejó que les sería mejor a los solteros no ca­sarse. Esto no lo dice como un mandamiento. En lo que sí insiste es, que cuando se ha entrado al estado matrimonial, se deberán cumplir fielmente con las responsabilidades adquiridas.

Otra pregunta que surgió de las circunstancias de vida en Corinto, era aquella de comer o no la carne ofrecida a ídolos. En esta ciudad, en la que había tantos templos paganos, casi toda la carne que se ofrecía a la venta era carne ya ofrecida como sacrificio a algún ídolo. Para algunos hermanos, sus conciencias no les permitían comer esta carne. Sin embargo había otros que sí la comían con limpia conciencia. Esto creó un problema entre los dos grupos de creyentes. Y una vez más Pablo ofrece la solución sobre la base de principios espirituales. Lo más im­portante es la relación de la persona con Dios. Por lo tanto, cada hermano debería hacer únicamente lo que le permitía hacer su propia conciencia. Y aquéllos que puedan comer la carne ofrecida a los ídolos deberían tener cuidado de no lastimar la conciencia del hermano más débil, y aquél que es débil no debe­ría juzgar a aquél más fuerte que sí puede comer tal carne. Estos principios se deben aplicar a todo problema de conducta en donde difieren los cristianos y sobre los cuales la Biblia no esta­blece mandatos específicos.

Entre los corintios habían surgido dos preguntas sobre la for­ma de adorar a Dios. Una tenía que ver con el lugar de la mujer en la iglesia, y la otra era sobre la forma correcta de celebrar la Cena del Señor. Tratando el primero, Pablo les re­cuerda a los corintios que Dios hizo a la mujer subordinada al hombre. Esto no significa que el hombre sea mejor que la mujer, sino que Dios hizo a la mujer para serle al hombre una ayuda; al igual que Cristo, quien siendo igual con Dios el Padre, se hizo Siervo de Dios para poder consumar el plan de redención de Dios. Por ello, Pablo insiste que los cultos de adoración de­berían ser dirigidos por hombres, y que las mujeres deberían respetar esa autoridad que Dios le dio al hombre, y sujetarse a ella.

En lo que tocaba a la Cena del Señor, Pablo se afrontaba a una situación muy mala. Antes de entrar a la celebración de la Cena, los corintios acostumbraban reunirse para una comida llamada Ágape, o fiesta de amor. A pesar de que esto bien podría ser una magnífica forma de expresar la comunión entre hermanos, en Corinto había llegado a ser todo lo contrario. Cada cual traía su propia comida. Pero los corintios no compartían su comida. Los ricos comían juntos, y dejaban comer solos a los pobres. Como resultado, algunos tenían hambre mientras que otros se saciaban o aun se embriagaban. Ya después, ni el rico ni el pobre estaban en condiciones como para celebrar digna­mente la Cena del Señor. Pablo le da importancia al asunto de acercarse a la mesa del Señor dignamente. Antes de participar en la Cena del Señor, debemos examinarnos a nosotros mismos para estar seguros de que la condición de nuestro corazón y de nuestra mente es tal que podamos ver en la Cena del Señor el cuerpo y la sangre de Jesucristo.

Los corintios tenían también preguntas sobre el uso correcto de los dones espirituales. Además de aquellos dones que Dios da a su pueblo en todas las edades, había ciertos dones especiales del Espíritu Santo, como el de poder profetizar o el de hablar en lenguas, que le fueron dados a la iglesia primitiva. En Corinto, estos dones estaban siendo usados para fines particulares de pro­vecho personal, y por razones de egoísmo. Los corintios deseaban tener los dones más ostentosos, tal como el de hablar en lenguas. Pablo insiste que los dones de mayor valor para un creyente son los que traen beneficios a los demás. Como parte de su respuesta a este problema, Pablo escribió el famoso capítulo 13 de 1 Corin­tios que es como un himno al amor. Este capítulo es un escalón muy importante en el argumento que Pablo desarrolla. Intro­duce el capítulo al decir Pablo, "Mas yo os muestro un camino más excelente" (1 Co. 12:31). Y al terminar el capítulo 13, "Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis" (14:1). Nuestros deseos por los dones es­pirituales tienen que ser motivados por el amor, y tiene que ser el amor lo que nos guíe en el uso de los dones que Dios da. Dios no ha dado sus dones a los individuos principalmente para el bien personal de ellos, sino que son para el bien de la iglesia. Siempre tienen que usarse con ese propósito.

El capítulo 15 de 1 Corintios es la explicación más completa que tenemos en el Nuevo Testamento, sobre el tema de la resu­rrección de Cristo y de los creyentes; Pablo claramente asienta la importancia que Cristo tiene en nuestra salvación del pecado, y nos habla de lo que le habrá de suceder a los creyentes cuando Cristo vuelva y los muertos sean resucitados.

 

La Colecta

Pablo menciona en ambas epístolas el asunto de la colecta para los hermanos en Jerusalén. Estaba muy preocupado por­que los corintios no se retrasasen en este asunto. Ellos habían prometido dar, y Pablo quería estar seguro de que cumplirían con su promesa. Por tanto, especialmente en la segunda epístola, él los exhorta a seguir el ejemplo de Cristo, "Porque ya cono­céis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos".

 

Su Apostolado

La mayor parte de su segunda epístola está dedicada en una descripción del ministerio de Pablo, y a la defensa de su apos­tolado. Pablo da énfasis a que él es un ministro de Cristo Jesús: "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús" (4:5). En el cap. 5, vv. 17 al 20, Pablo da un resumen hermoso del mensaje que él predicaba.

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos recon­cilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hom­bres sus pecados, y nos encargó a nosotros la Palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios".

 

***

 

CAPITULO 22

PODER DE DIOS PARA SALVACIÓN

 

Léase Romanos.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el fondo histórico del libro a los romanos?

2. ¿Qué enseña Romanos sobre la condición del hombre ante Dios?

3. ¿Qué enseña Romanos sobre la salvación?

4. ¿Qué enseña Romanos sobre los deberes cristianos?

 

Introducción

En nuestras Biblias la carta a la iglesia de Roma aparece como la primera de las epístolas paulinas. Así aparece, no por­que haya sido escrita primero, ni porque haya sido la iglesia de Roma la más importante en todo el imperio. Romanos es especialmente importante por su maravillosa presentación de la salvación que Dios ha provisto para nosotros por medio de Jesucristo.

 

1. Fecha y Destinatarios

Por mucho tiempo Pablo deseó visitar Roma. El escribió esta carta como un preparativo para una visita que pensaba hacer pronto. Probablemente fue escrita durante la primavera del año 58 ó 59 d.C., cerca del fin de su tercer viaje misionero, cuando se disponía a llevar a la iglesia de Jerusalén las ofrendas de las iglesias de Macedonia y Acaya.

Pablo nunca había estado en Roma. ¿Cómo, pues, se formó la iglesia en esta ciudad? La iglesia católica romana sostiene que fue fundada por el Apóstol Pedro, pero esto es sumamente dudoso. En Romanos 15:20 Pablo declara que era su principio no trabajar donde algún otro apóstol hubiera ya trabajado. Algunos evangélicos creen que la iglesia en Roma fue fundada por romanos convertidos en el día de Pentecostés; otros piensan que fue fundada por personas convertidas anteriormente por Pablo, y que ahora vivían en Roma. Es probable que ambas clases de personas formaran parte de la iglesia de Roma y que esta iglesia creciera conforme aquellos que habían sido conver­tidos testificaban a la gente en su derredor.

 

2. Propósito

Pablo escribió esta carta con el propósito de presentar en forma sistemática y clara la doctrina cristiana sobre la salvación. El tema de la carta se encuentra en Romanos 1:17; "Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá".

 

3. Bosquejo

Romanos                                                                                   Capítulos

I. Introducción                                                                                    1:1-17

II. La necesidad universal de la salvación                                            1:18-3:20

III. La provisión en gracia de la salvación                                            3:21-5:21

IV. Los efectos santificadores de la salvación                          6-8

V. El alcance histórico de la salvación                                     9-11

VI. Los resultados prácticos de la salvación                                        12:1-15:14

VIL Comentarios personales                                                               15:15-16:27

 

4.  Contenido

En el Catecismo de Heidelberg, el evangelio se presenta divi­dido en tres partes: el pecado, la salvación y el servicio. Estas tres divisiones se toman directamente de la carta a los Romanos, y podemos considerar esta epístola bajo estos tres títulos, o temas.

 

El Pecado

Después de algunos comentarios introductorios de Pablo, comienza su epístola mostrando que todos los hombres están bajo el pecado. Los gentiles eran culpables de iniquidad, porque se habían alejado del único Dios vivo y verdadero, a quien en otro tiempo habían conocido, para irse tras dioses falsos de su pro­pia hechura. A causa de su impiedad Dios les permitió caer en pecados muy grandes. Por el otro lado, los judíos eran cul­pables de auto justificarse. Se jactaban de tener la ley de Dios; pero no guardaban esta ley. Por lo tanto, aunque eran más mo­rales y más religiosos que los gentiles, eran tan culpables como ellos. Pablo termina su introducción de condenación diciendo, "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (3:19-20).

 

La Salvación

Pablo no hace esta descripción del estado pecaminoso del hom­bre sólo para dejarle sin esperanza. Al contrario, él señala la justicia de Dios, aplicable a todo aquel que cree en el Señor Jesucristo. A pesar de que el hombre no puede ser justificado por medio de la ley, sí puede ser justo delante de Dios por me­dio de la fe en Cristo. Para probar que la justicia viene por medio de la fe, Pablo cita el ejemplo de Abraham. Este fue declarado justo delante de Dios, no a base de sus buenas obras ni porque fue circuncidado, sino porque había creído en Jehová (Gn. 15:6). Para probar que la justicia que nosotros necesi­tamos, es aquella proporcionada por Cristo, Pablo hace una com­paración entre la obediencia perfecta de Cristo por la cual se hizo merecedor de justicia, y la desobediencia de Adán por la que la humanidad cayó en el pecado. "Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pe­cadores, así también por la obediencia de uno, los muchos se­rán constituidos justos" (5:19).

Esta justicia proporcionada por Cristo, no únicamente hace al hombre acepto ante Dios y luego le deja viviendo en el pe­cado. Es todo lo contrario, pues aquellos que confían en Cristo, han muerto al pecado. Han de vivir en obediencia a Dios. Pero mientras tenemos vida en este mundo, la naturaleza pecaminosa permanece en nosotros. Cuando leemos la ley de Dios, y a su luz examinamos nuestras vidas, descubrimos que repetidamente estamos quebrantando los mandamientos de Dios. La diferen­cia entre un cristiano y uno que no es cristiano, no consiste en que el cristiano no sea pecador, sino en que el creyente no quiere quebrantar la ley de Dios. Puede decir con Pablo, "porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (7:19). Pero Dios no nos permite ser derrotados por el pecado en forma constante. Habiéndonos salvado por Cristo, él nos da su Espíritu Santo, quien mora dentro de nuestros corazones. El Espíritu nos impulsa a amar las cosas de Dios. El testifica que somos hijos de Dios. Nos enseña a orar, y también ora por nos­otros. Pero la presencia del Espíritu aún no es el fin de las ben­diciones de Dios. Aún permanece latente la esperanza de que algún día seremos transformados y recibiremos la gloria que espera a los hijos de Dios. Pablo concluye diciendo, "Si Dios es por nosotros, ¿ quién contra nosotros?... Por lo cual estoy se­guro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo pro­fundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (8:31, 38-39).

En Romanos 9 al 11, Pablo habla sobre el tema de Israel, la la nación que en el Testamento Antiguo fuera el pueblo escogido de Dios. Explica que Dios rechazó a Israel, porque Israel había rechazado el mensaje del evangelio de gracia. Pero no quiso hacerla a un lado por completo. El mismo Pablo, junto con muchos otros cristianos judíos, era prueba de ello. En verdad, Pablo promete que Dios habrá de seguir mostrando su gracia para con los judíos. Aunque ellos han perdido su lugar como pueblo escogido de Dios, algunos entrarán, por medio de la fe, a la iglesia, que es el pueblo de Dios del Nuevo Testamento.

 

El Servicio

En los cuatro últimos capítulos del libro, Pablo presenta las aplicaciones prácticas del evangelio de Jesucristo. Hace un lla­mado al pueblo de Dios a vivir juntos en amor, sirviéndose los unos a los otros y utilizando los dones que Dios les ha dado para el bien de la iglesia. Insiste en que deben estar sujetos al go­bierno civil, por cuanto Dios ha ordenado tal gobierno para el bien del hombre. Reconociendo que hay los que son débiles en la fe, Pablo dice a los hermanos fuertes que los reciban, para poderles ayudar a crecer en la gracia de Cristo. "Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agra­de a su prójimo en lo que es bueno, para edificación" (15:1-2).

Termina la epístola a los Romanos con algunos comentarios de naturaleza personal sobre los planes de Pablo para el futuro, y con saludos para aquellos a quienes él conocía bien, en la iglesia.

 

***

 

CAPITULO 23

TODO EL CONSEJO DE DIOS

 

Léase Hechos 20.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿A dónde fue Pablo después de salir de Efeso?

2. ¿Qué sucedió en Troas?

3. ¿Qué dijo Pablo en Mileto a los ancianos de Efeso?

 

Introducción

Pablo había pasado tres años en Efeso llevando adelante una obra misionera muy fructífera. El alcance de su éxito quedó demostrado por el alboroto instigado por Demetrio y sus com­pañeros plateros. Después de haberse calmado las cosas, Pablo y su compañero abandonaron a Efeso, tal como habían planeado anteriormente. Pablo tenía en aquellos días planes de muy largo alcance. Proyectaba pasar por Macedonia y Acaya, y poste­riormente viajar a Jerusalén. Después de visitar Jerusalén, era su intención ir a Roma.

 

1. Macedonia y Grecia

Partiendo de Efeso, Pablo se dirigió al noroeste, a Macedonia. Visitó a las iglesias que él había fundado, y les exhortó "con muchas palabras" (20:2). Esto indicaría que el viaje no fue de prisa, sino que dedicó suficiente tiempo en estos lugares. Proba­blemente Pablo visitó en este viaje algunas ciudades a donde no había llegado antes. Cuando le dijo a los romanos que él había predicado el evangelio "hasta Hinco" (Ro. 15:19), es decir, hasta las fronteras de lo que hoy es Yugoeslavia, probablemente estaba hablando de su tercer viaje.

Habiendo cruzado Macedonia, Pablo se dirigió al sur, hacia Acaya. Visitó ahí a la iglesia de Corinto. Fue desde ahí que escribió su carta a los Romanos. Después de pasar tres meses en Corinto, Pablo pensó navegar directamente a Siria. Pero se descubrió que los judíos habían planeado un atentado en contra de su vida, por lo cual Pablo y sus compañeros cambiaron de planes y regresaron a Macedonia, desde donde tomaron un barco de Filipo pocos días después de la Pascua. Viajaron hasta Troas, donde permanecieron por espacio de una semana.

 

2. Eutico

Eutico es el único hombre en la historia que ha ganado fama permanente por haberse dormido en la iglesia. Era un domingo por la noche, y los discípulos de Troas se habían reunido para escuchar a Pablo, quien partía de viaje a la mañana siguiente. Fue muy largo el sermón en esta ocasión, ya que predicó hasta la media noche. Los cristianos estaban reunidos en un aposento alto, a la luz de antorchas colocadas para dar luz como también calor. Eutico estaba sentado en la ventana, donde podía tomar aire fresco; pero tanto el calor como la hora avanzada fueron mucho para él. Se durmió, cayó tres pisos abajo, y se mató. ¡ Qué manera tan trágica de dar fin a la visita de Pablo! Pero Pablo recibió poder de Dios para restaurar la vida de Eutico. Luego los cristianos tuvieron un servicio de comunión y siguie­ron conversando juntos hasta el amanecer, cuando Pablo y sus compañeros se despidieron y les dejaron.

Partiendo de Troas, el barco tenía que rodear una especie de península, y echar anclas en Asón. Aunque por mar era un viaje largo, por tierra era corto. Por alguna razón que no se mencio­na, Pablo decidió caminar de Troas a Asón, a pesar de haber pasado toda la noche conversando, mientras que sus compañe­ros fueron por barco.

 

3.  EnMileto

Pablo abordó el barco en Asón, y continuaron su viaje rum­bo al sur por la costa de Asia Menor, haciendo varias escalas. Pablo había decidido no regresar a Efeso, por temor de demorarse. Su deseo era llegar a Jerusalén para Pentecostés, y sólo faltaba poco más de un mes. Pero como el barco fondeó en Mileto varios días para cargar y descargar, Pablo envió a Efeso un mensajero para pedir que los ancianos viniesen a verle en Mileto. Repetidamente había sido advertido de los peligros que le esperaban en Jerusalén, y estaba convencido de que no volve­ría a ver a los efesios. Quería, pues, aprovechar el momento para recalcar a los oficiales de la iglesia de Efeso los deberes y las responsabilidades que ahora serían suyos

Las palabras de Pablo a los ancianos es su único discurso diri­gido a los creyentes, que se registra. En él, Pablo abrió su cora­zón a estos hombres, consiervos suyos en la obra. Les habló del ministerio que había llevado entre ellos por tres años en Efeso. Había predicado fielmente todo el consejo de Dios, no tan sólo en público sino también en forma privada de casa en casa. No había suprimido ninguna parte del evangelio con tal de ganar la simpatía de hombres, sino que les había presentado el mensaje completo de la gracia de Dios en Cristo. Mientras hacía esta labor, se sostenía haciendo tiendas. Nadie le podía acusar de querer enriquecerse por medio de la predicación del evangelio.

Pablo hizo un repaso de todo su ministerio para que los ancia­nos le tomasen como ejemplo. Ellos habrían de ser fieles en sus labores para Cristo, no por interés económico, sino porque la gente necesitaba del evangelio.

Luego Pablo puso directamente sobre los hombros de estos ancianos la responsabilidad del cuidado de la iglesia en Efeso. Les advirtió de los peligros a que se tendrían que encarar —de afuera la persecución y de adentro los falsos profetas. Les acon­sejó a que fuesen muy cuidadosos de sus vidas espirituales y de la iglesia. Dios les había dado el oficio de obispos, o sea, super­visores o cuidadores. Tendrían que cuidar de la iglesia como los pastores cuidan sus ovejas. Tendrían que ver cuidadosamente que la iglesia recibiese el alimento de la Palabra pura de Dios. Esta tarea que Pablo les encomendó era muy grande, y es una tarea que se ha transmitido a los ancianos en la iglesia de Cristo a través de los siglos. Pero así como les encomendó en sus manos esta enorme tarea, también los encomendó a la gracia de Dios. Cuando Dios obra en hombres, y a través de ellos, les capacita para cumplir con las responsabilidades que se les ha dado.

Los ancianos se acongojaron al oír que seguramente no volve­rían a ver a Pablo. Le demostraron su afecto con lágrimas y besos.

 

***

 

PARTE 4

 

EL TRIUNFO DEL MINISTERIO DE CRISTO

 

 

CAPITULO 24

 

DISPUESTO A SER ATADO

 

 

Léase Hechos 21:1-36.

 

Preguntas de Preparación

1.  ¿Qué advertencias recibió Pablo en su viaje a Jerusalén?

2.  ¿ Qué le pidieron a Pablo los ancianos de Jerusalén?

3.  ¿Cuál fue la causa del alboroto en el templo?

 

Introducción

Después de despedirse de los ancianos de Efeso en Mileto, Pablo y sus compañeros continuaron su viaje al sur y al este, hacia Jerusalén. Los barcos en que viajaban, se dedicaban al comercio de la costa, y anclaban en cualquier puerto donde se podía bajar o subir carga. Era un modo lento de viajar, pero en aquellos días no había barcos exclusivamente para pasa­jeros.

 

1. Las Advertencias

Al fin llegaron Pablo y sus compañeros al puerto de Tiro, don­de permanecieron por el espacio de una semana mientras se des­cargaba y se cargaba el barco. Posteriormente continuaron hasta Cesárea, donde abandonaron el barco para seguir a pie hasta Jerusalén. Tanto en Tiro como en Cesárea, Pablo recibió ad­vertencias sobre el peligro en ir a Jerusalén. Estos no eran los primeros de tales avisos que recibía. Ya había dicho a los ancianos efesios de que el Espíritu Santo le había estado dando testimonio de que le esperaban prisiones y tribulaciones (20:23). Pero en Tiro y en Cesárea los avisos fueron más enfáticos. En Tiro los discípulos "decían a Pablo por el Espíritu, que no su­biese a Jerusalén" (21:4). En Cesárea, un profeta llamado Agabo anunció en forma dramática el encarcelamiento de Pablo en Jerusalén al tomar el cinto de Pablo y atarse las manos y los pies con él.

¿Hizo bien Pablo en su decisión de continuar a Jerusalén? El había hecho sus planes desde mucho tiempo atrás. Estaba deci­dido a llevarlos a cabo. Sin embargo, ¿no debía él haber cam­biado sus planes después de recibir estas advertencias? Aunque el mensaje dado en Tiro suena mucho como una orden para no ir, todos los demás mensajes que Pablo recibió se podían tomar como advertencias. Parece que Pablo los tomó precisamente como mensajes de Dios para prepararle para lo que le esperaba en el futuro. Convenció a los hermanos de Cesárea que él se hallaba en la razón. Y al fin, dejaron de persuadirle a que no fuera a Jerusalén, y dijeron, "Hágase la voluntad del Señor".

 

2. La Conferencia

Al llegar a Jerusalén, Pablo fue a ver a Santiago y a los an­cianos de la iglesia en ese lugar. Después relató toda la obra que Dios le había permitido hacer. Describió el buen éxito del evangelio logrado entre los gentiles.

Los ancianos se alegraron al oír estas noticias; pero ellos te­man su propio problema. Muchos de los creyentes de Jerusa­lén eran judíos, y muchos de ellos todavía eran muy celosos para guardar la ley de Moisés. Pablo tenía enemigos que habían hecho correr la mentira de que Pablo estaba enseñando a los judíos que vivían en países gentiles a que no obedeciesen la ley de Moisés. El temor de los ancianos era que los judíos se levantasen al enterarse de la presencia de Pablo en Jerusalén.

Los ancianos tenían un plan que creyeron podría convencer a los judíos que todos los cuentos que habían oído acerca de Pablo no eran ciertos. Pidieron que Pablo patrocinara (como una especie de padrino) a cuatro hombres que habían hecho voto nazareno de no cortarse el cabello y de abstenerse de ciertas comidas por un período de tiempo determinado. Ya faltaba poco para que terminara el voto y los hombres necesitaban un patrocinador que ofreciera el sacrificio a su favor y que pagara ciertos gastos. Los ancianos pidieron que Pablo jugase este papel.

Desde muchos puntos de vista, tal proceder le debió parecer tonto a Pablo. El creía firmemente que el sacrificio de Cristo había puesto fin al sistema de sacrificios y de votos del Antiguo Testamento. El estaba decidido a que los gentiles nunca estu­viesen sujetos a estas observancias judaicas. Si hubiese habido alguna duda en su mente de que su consentimiento a esto aca­rrearía la posibilidad de que los gentiles se vieran sujetos a la ley de Moisés, Pablo hubiera discutido en contra del plan. Pero los ancianos asentaron con toda claridad que no era tal el caso. Esto era una cosa entre judíos. Por tanto, Pablo aceptó la pro­posición de ellos, ya que él se sentía preocupado no sólo por la libertad de los creyentes gentiles sino también por la salvación de los judíos.

 

3.  El Alboroto

Los ancianos creyeron que Pablo se evitaría problemas al par­ticipar en este voto. Pero fue al contrario y Pablo se vio en difi­cultades.

El templo judío estaba reservado exclusivamente para judíos. De hecho había letreros en las paredes exteriores advirtiéndose que le costaría la vida a cualquier gentil que entrase al templo. Pablo, antes de entrar al templo, anduvo por las calles de Jerusalén con un gentil llamado Trófimo, de Efeso. Algunos de los judíos que habían visto a Pablo en la compañía de Trófimo ahora vieron a Pablo en el templo. Porque ellos se habían opues­to con anterioridad a la enseñanza y al ministerio de Pablo entre los gentiles, rápidamente llegaron a la conclusión de que Pablo había hecho a un lado todas sus reservas y que había introducido a Trófimo al templo. Levantaron el clamor, "Varones israelitas, ayudad, este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar" (21:28).

Al instante se alborotó la multitud. No intentaron nada para comprobar si era cierta la acusación en contra de Pablo. Si re­cordamos las experiencias pasadas que Pablo tuvo con los judíos de Jerusalén (Hch. 9) no nos sorprenderá ver que estos judíos estaban listos a creer todo lo peor acerca de Pablo. Fue tomado y sacado del templo. Cerraron las puertas detrás de él, para que no hubiese otra profanación del templo.

Y cuando la multitud lo arrastraba hacia un lugar fuera del templo donde lo podrían apedrear —ya que esto no se podía hacer dentro de sus dependencias— se le informó al comandante de los soldados romanos sobre este alboroto. Los romanos esta­ban en guardia contra cualquier alboroto de parte de los judíos durante estos días de sus fiestas, puesto que la excitación religio­sa fácilmente podría convertirse en rebelión. Inmediatamente los romanos controlaron a la gente. La presencia de los soldados probablemente salvó a Pablo la vida, ya que cuando los judíos los vieron dejaron de golpearle. El capitán de la guardia ordenó que Pablo fuese atado con dos cadenas. No pudo averiguar por qué la gente había estado golpeando a Pablo, ya que unos grita­ban una cosa, y otra. Por lo tanto, llevó a Pablo hasta la fortaleza romana, seguidos por el gentío que a voces exigían la muerte de Pablo.

 

***

 

CAPITULO 25

ESCUCHAD LA DEFENSA

 

Léase Hechos 21:37-22:30.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué permitió el tribuno romano que hablara Pablo?

2. ¿En qué forma adaptó Pablo su defensa a los que le oían?

3. ¿Cuál fue la reacción a esta defensa?

4. ¿Cómo usó Pablo su ciudadanía romana?

 

Introducción

Pablo había sido rescatado de una muerte segura a manos de la chusma judía, por la llegada de los soldados romanos. Estos soldados le habían llevado de la zona del templo, en donde los judíos intentaban matarlo, y le habían traído al castillo, que era el cuartel romano. Al llegar a las escaleras que conducían al castillo, Pablo se dirigió al tributo y le pidió permiso para ha­blar a la gente que le había estado siguiendo, pidiendo la muerte de Pablo. El tribuno quedó sorprendido al oir que Pablo le ha­bló en griego. El pensaba que Pablo era el egipcio que hacía poco había instigado una sublevación en contra de Roma y que había llevado al desierto a cuatro mil hombres de un grupo denominado "Los Asesinos". Al identificarse Pablo como judío de Tarso de Cilicia, el capitán concedió a Pablo que hablase a la gente.

La defensa de Pablo fue una reseña de la manera en que éste se convirtió y de sus primeras experiencias como creyente. Los detalles presentados ya los conocemos, puesto que los hemos visto anteriormente en el libro de los Hechos. Sin embargo, ahora los volvemos a ver en la forma en que Pablo los presentó a este gru­po especial de personas. Veremos cómo escogió él lo que quiso decir, y la forma en que lo dijo, adaptando su mensaje a los oyentes allí presentes.

 

1. La Defensa

No comenzó Pablo su defensa recordando a los judíos que él era cristiano y ellos no. Al contrario, el discurso recalca, lo más posible, todo lo que entre ellos podrían tener en común. Inclu­sive el idioma en que habló sirvió para este fin. Si Pablo les hubiese hablado en griego, un idioma que también entendían, le hubieran prestado poca atención estos judíos. Pero cuando le oyeron hablar en hebreo, hicieron silencio para escucharle.

Pablo comenzó por hacerles memoria las maneras en que él era semejante a ellos. Mencionó su educación. Aunque había nacido en Tarso, fue criado en Jerusalén. Había sido alumno de Gamaliel, uno de los maestros judíos de mayor fama. Tam­bién era del conocimiento de muchos de ellos, que él había sido muy celoso en cuanto a la ley judaica. Les recordó que después de perseguir a los cristianos en Jerusalén, él había ido a Damasco con el objeto de arrestar a todos los cristianos judíos que se pu­dieran encontrar allí, y traerles prisioneros a Jerusalén. Tam­bién dio importancia a que, aún después de su conversión, había seguido adorando como judío; y que estaba en el templo ado­rando cuando recibió un mensaje de parte del Señor ordenán­dole a ir a los gentiles.

Pablo también quiso ganarse la simpatía de sus oyentes, me­diante una selección cuidadosa de su vocabulario. Bien hubiera descrito a Ananías como un cristiano de Damasco. Pero en vez de esto, lo que dijo era que aquel era "varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí mora­ban" (22:12). Habló de Dios como "el Dios de nuestros padres" (22:14), y de Cristo como el "Justo" (22:14). Eran éstas, fra­ses que los mismos judíos usaban al hablar de Dios y del Mesías esperado.

Sin embargo, Pablo no se presentó a sí mismo simplemente como otro judío. Al contrario, se presentó como uno que es dife­rente a sus oyentes. Pablo les habló de la luz y de la voz del cielo, que le convencieron que Jesús era el Cristo prometido. Los judíos devotos aceptarían el hecho de que Pablo se vio obligado a obedecer instrucciones recibidas por revelación de Dios. Pablo les hizo memoria que él había ido a los gentiles, no por prefe­rencia suya, sino porque Dios así le había ordenado en una visión. Les recordó que él hasta había discutido con Dios, bus­cando mas bien permanecer en Jerusalén y proclamar a Cristo entre los judíos ahí. Sin embargo, Dios había insistido que él debía predicar el evangelio a los gentiles.

Al escuchar los judíos que Pablo había sido enviado de nuevo a los gentiles por orden de Dios, ya no quisieron oír más. Nue­vamente exigieron su muerte, diciendo, "Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva" (22:22).

Hay una lección muy importante que podernos aprender de esta defensa de Pablo ante los judíos. Pablo ciertamente era un experto en cuanto a la discreción y tacto. Más no permitió que esta discreción le impidiera presentar con toda claridad lo que era la verdad. Dios espera de nosotros el buen uso del tacto para testificar de el y así no ofender innecesariamente a la gente. Pero él requiere de nosotros que presentemos con toda claridad la ofensa de la cruz, para que así los hombres sean confrontados con el Señor, Jesucristo y sean llamados al arrepentimiento y a la fe en él. La discreción y el tacto deben ayudar a la presen­tación del evangelio; nunca deben ocultar el mensaje.

 

2. En el Cuartel

Al ver el tribuno este nuevo arranque de ira por parte de los judíos, ordenó que se trajera a Pablo al castillo y que allí fuese azotado. Muchas veces los romanos azotaban a sus prisioneros con el objeto de forzarlos a confesar sus crímenes, y era con este propósito con el que Pablo iba a ser azotado. Como Pablo había hablado al gentío en hebreo, el capitán aún no sabía la razón del alboroto en que él había intervenido.

Cuando los soldados terminaron de atar a Pablo, éste le dijo al centurión encargado, "¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?" (22:25). Los ciudadanos romanos tenían la protección de la ley para no ser azotados. Al oír el centurión que Pablo era ciudadano romano, inmedia­tamente se lo comunicó a su superior. Vino, pues, el capitán y le preguntó a Pablo si era cierto. Cuando Pablo le aseguró que era ciudadano romano el capitán ordenó inmediatamente que le soltara.

Pablo se salvó de los azotes por el buen uso de su ciudadanía romana. Pero el capitán aún no sabía por qué Pablo había sido atacado por los judíos. Por lo tanto, arregló para que el prisionero se presentase ante el concilio de los judíos a la mañana siguiente, y se investigara la causa del intento en contra de su vida.

 

***

 

CAPITULO 26

TEN ÁNIMO

 

Léase Hechos 23.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cómo evitó Pablo que le juzgase el Sanhedrín?

2. ¿Qué palabra de ánimo recibió Pablo?

3. ¿Cómo fue protegido Pablo de los judíos?

 

Introducción

Al día siguiente del alboroto en el templo, el tribuno ordenó convocar al Sanhedrín judío, y sacó a Pablo de la cárcel, para oir las acusaciones que tenían los judíos en su contra.

 

1. Ante el Concilio

Se le concedió la palabra primero a Pablo, y éste comenzó declarando, "Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta al día de hoy" (23:1) Ananías, el sumo sacerdote al oir esto ordenó que los que estaban cerca de Pablo le golpeasen en la boca. Pablo, molesto por este trata­miento injusto, exclamó, "Dios te golpeará a tí, pared blanquea­da. ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y que­brantando la ley me mandas golpear? (23:3). Inmediatamente los judíos le acusaron de injuriar al sumo sacerdote de Dios. Parece que Pablo no había reconocido a Ananías, el sumo sacer­dote. Quizá siendo ésta una sesión extraordinaria convocada por el triunfo romano, Ananías no tenía puesta sus vestiduras del sumo sacerdocio. De todos modos, al oir Pablo que aquel a quien había dirigido estas palabras era el sumo sacerdote de Dios, se disculpó; no porque estimara a Ananías como persona, sino porque respetaba el oficio que tenía Ananías.

Pablo pronto entendió que no recibiría un juicio imparcial. Por lo tanto, decidió aprovecharse de la división que existía den­tro del mismo concilio, ya que sabía que el concilio se componía de fariseos y saduceos. Se identificó a sí mismo como partidario de los fariseos, y declaró que se le estaba enjuiciando por causa de algo en que los mismos fariseos creían. Dijo así, "Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y la resurrección de los muertos se me juzga" (23:6). Inmedia­tamente esto causó una división en el Sanhedrín, ya que los fari­seos afirmaban la resurrección, y los saduceos la negaban. Los saduceos también negaban la existencia de los ángeles, mien­tras que los fariseos la aceptaban. Por 1» tanto, los fariseos se pronunciaron por la inocencia de Pablo, mientras que los sadu­ceos insistieron en la culpabilidad. El resultado fue una tremen­da discusión entre los dos grupos que componían el Concilio. El capitán, viendo que así nunca llegaría a saber cuál era el crimen de Pablo, mandó sacar del concilio a Pablo por temor a que nuevamente los judíos intentaran su muerte.

Hay personas hoy que insisten que el modo de proceder de Pablo ante el concilio no fue correcto. Piensan que Pablo hu­biera hecho mejor al insistir en un veredicto verdadero, y no en crear división en el mismo tribunal. Sin embargo, Pablo estaba consciente de que no se llegaría a dar un fallo justo. La Biblia en ningún lado dice que el creyente está obligado a sufrir alguna injusticia, cuando esta puede ser evitada. Además, dado que el Señor se manifestó a Pablo aquella misma noche, y no le repren­dió, sino que le dio una promesa y una palabra de ánimo, podemos llegar a la conclusión de que el procedimiento que siguió Pablo fue correcto. Es otra evidencia de que Dios espera que usemos nuestro sentido común en tiempos de emergencia.

 

2. El Complot

La noche después de haber comparecido ante el concilio, el Señor le dio a Pablo una visión. Parece que Pablo se hallaba en un estado de desaliento, porque el Señor lo animó y le pro­metió que habría de testificar de Cristo también en Roma, tal como lo estaba haciendo ahora en Jerusalén. Pablo había ex­presado en su carta a los romanos un deseo grande de visitarles (Véase Ro. 15:22-24). Ahora Dios estaba próximo a conce­derle su deseo, sólo que en una manera muy diferente a la que había esperado.

Los judíos aún estaban decididos a dar muerte a Pablo. Algu­nos de ellos se juntaron al día siguiente e hicieron un juramento de que no comerían ni beberían hasta conseguir matar a Pablo. Pidieron al concilio que solicitase que los soldados romanos trajesen nuevamente a Pablo ante el concilio, planeando tender en el camino una emboscada y así matarle. Pero de alguna forma, el sobrino de Pablo llegó a saber el plan y fue a la cárcel y se lo contó. Parece que Pablo gozaba de bastante libertad, porque aún no había sido acusado de ningún crimen formalmente. El, pues, envió al muchacho a dar estas nuevas al capitán. Cuando supo el capitán de este complot de los judíos, formuló planes para salvar a Pablo de este intento de asesinato. Mandó alistar un fuerte destacamento para llevar a Pablo a Cesárea, donde habría de ser protegido hasta que se formulara un cargo en su contra. El capitán escribió una carta a Félix, el gobernador romano, en la que explicaba las razones por qué le estaba remi­tiendo a Pablo. Esa misma noche los soldados romanos sacaron a Pablo de su celda en el cuartel de Jerusalén, y le llevaron sano y salvo a la custodia del gobernador romano en Cesárea. Al recibir Feliz la carta del tribuno, dio seguridades a Pablo de que sería guardado con todo cuidado hasta que los acusadores pudie­sen llegar a Cesárea y presentar su caso.

Muchas veces pensamos que Dios obra de maneras milagro­sas. Ciertamente en la vida de Pablo había muchas ocasiones cuando Dios obró en forma milagrosa. Pero Dios no obró única­mente por medio de milagros. Obra también a través de los asuntos comunes y ordinarios de la vida cotidiana. Protege a su pueblo por medio de su providencia, como en el ejemplo de este capítulo cuando permitió que el sobrino de Pablo oyera el complot y se lo dijera a Pablo. Dios preparó el corazón del capitán para creer la noticia que trajo el sobrino de Pablo, y fue así que Dios libró a Pablo de las manos de sus enemigos.

 

***

 

CAPITULO 27

CUANDO TENGA OPORTUNIDAD

 

Léase Hechos 24.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cómo atacaron los judíos a Pablo?

2. ¿En qué forma se defendió Pablo?

3. ¿Qué trato le dio Félix a Pablo?

 

Introducción

Al ser entregado Pablo sano y salvo a Félix, en Cesárea, el gobernador, le encarceló hasta que los judíos pudiesen llegar para presentar las acusaciones formales en su contra. Cinco días después, cuando llegaron los judíos, Pablo fue traído a juicio ante Félix.

 

1. La Acusación

Los judíos conocían muy bien lo frágil de sus acusaciones contra Pablo. Cuando llegaron a Cesárea trajeron consigo a un orador romano llamado Tértulo, para argumentar su caso. Tértulo comenzó con una introducción muy lisonjera, hablando como si los judíos pensaran que Félix fuera un gobernador mara­villoso. La verdad era que los judíos odiaban a Félix, como odiaban a cualquier otro gobernador romano. Tértulo identificó a Pablo como el "cabecilla de la secta de los nazarenos". Lo acusó de ser "una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo" (v. 5). Dijo además, que Pablo ''intentó también profanar el templo" (v. 6). Tértulo no pre­sentó ninguna prueba de estas acusaciones. Simplemente declaró que Félix podría descubrir la verdad de las acusaciones, al inte­rrogar a Pablo. Tértulo estaba respaldado por todos los judíos, los cuales "también confirmaban, diciendo ser así todo" (v. 9).

Este es un ejemplo de la clase de oposición a que muchas veces son sometidos los cristianos. Por desgracia, hay ocasiones en que los cristianos mismos dan base para que la gente les persiga. Pero cuando los que se oponen al evangelio no pueden hallar ninguna base para acusar a los cristianos, usarán mentiras, lison­jas y otros medios para alcanzar sus objetivos.

 

2. La Defensa

Pablo comenzó su propia defensa con una alusión sencilla a la posición de Félix como gobernador, sin ninguna alabanza. Re­conoció ser un seguidor del Camino; pero declaró que sus creen­cias estaban en completo acuerdo con la ley y los profetas. Con­testó las acusaciones de tres modos. Primero, declaró que había venido a Jerusalén para adorar. Había estado en Jerusalén únicamente por sólo 12 días, lo que por supuesto no daba tiem­po como para incitar a una rebelión. La implicación de Pablo era que su conducta en Jerusalén era ejemplo de su conducta en general. En segundo lugar, señaló que los que le habían atacado en el templo eran judíos de Asia. Según la ley romana, ellos debían haber sido sus acusadores ante el gobernador. Y en ter­cer término, explicó que la única falta de que podían acusarlo era que él había dicho en el concilio que "acerca de la resurrec­ción de los muertos soy juzgado hoy por vosotros" (24:21). Y esto no era violación alguna de la ley romana.

El discurso de Pablo es un ejemplo de la forma en que nos­otros hemos de defendernos cuando somos falsamente acusados. Pablo usó su buen juicio, señalando las deficiencias en los argu­mentos de sus acusadores. Defendió sus derechos legales. Pero sobre todo, mostró una confianza completa en Dios, y una buena disposición de no atacar a sus enemigos en la misma forma que ellos le habían atacado a él.

 

3. La Demora

Félix no quiso tomar una decisión después de haber escuchado a ambas partes. Dijo que cuando llegara a Cesárea el capitán Lisias entonces dictaminaría el fallo. Pero no había nada nuevo que pudiera añadir Lisias a lo que ya se había dicho. El ya había enviado una carta a Félix informando todo lo que él sabía del caso. En otras palabras, Félix simplemente estaba difiriendo; rehusaba tomar una decisión. Así que mantuvo encarcelado a Pablo; pero le dijo al guarda que le concediese muchas libertades.

Durante el tiempo que Pablo estuvo encarcelado, Félix tuvo oportunidad de hablar con él, no una vez, sino en sí muchas oca­siones. En una de estas ocasiones, mandó traer a Pablo para presentarlo a su esposa, Drusila. Al explicar Pablo el evan­gelio a ellos, y disertando acerca de "la justicia, del dominio propio y del juicio venido, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (v. 25). El miedo de Félix era miedo a Dios, por cuanto conocía su propio pecado. Sin embargo, no estaba dispuesto a reconocerlo y a arrepentirse.

A pesar de que Félix llamaba muchas veces a Pablo para que le predicara, nunca le dio su libertad. Sus razones son muy cla­ras. En primer lugar, era codicioso. Tenía la esperanza de que Pablo y sus amigos le ofrecieran algún cohecho por su libertad. Y en segundo lugar, temía a los judíos y no quiso soltar a Pablo, buscando así "congraciarse con los judíos" (v. 27). Por lo tanto, mantuvo a Pablo dos años en la cárcel, y al ser revelado, tornó el caso a Porcio Festo, el nuevo gobernador.

Suceden casos cuando es correcto aplazar un juicio, dado a que todavía no conocemos todos los datos al respecto. Pero tam­bién suceden otros casos cuando la demora no es más que dila­ción al no querer hacer frente a los hechos. Así fue en el caso de Félix. Se rehusó a libertar a Pablo a pesar de que no habían presentado los judíos ninguna prueba en su contra. Le mantuvo en la cárcel por espacio de dos años, injustamente. Félix tam­bién estuvo haciendo dilación en el asunto de su salvación. La Biblia no dice que se haya arrepentido y creído. Félix, al no que­rer confesar su pecado y no creer en Cristo en el momento en que sintió su propia necesidad, perdió la salvación que Cristo pue­da dar.

 

***

 

CAPITULO 28

A CESAR APELO

 

Léase Hechos 25-26.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Por qué pidieron los judíos a Festo que trajese a Pablo a Jerusalén?

2. ¿Cuál fue el resultado del juicio ante Festo?

3. ¿En qué forma presentó Pablo su defensa ante Agripa?

4.  ¿Cómo reaccionaron Festo y Agripa?

 

Introducción

Pablo había estado en la cárcel de Cesárea más de dos años cuando Félix fue relevado como gobernador de Judea. Félix dejó a Pablo en la cárcel, y su sucesor Festo heredó el caso.

 

1. El Juicio

Poco después de la llegada de Festo a Judea, éste salió de Cesárea, la sede de su gobierno, y subió a Jerusalén. Estando él allí, los líderes de los judíos pidieron que trajera a Pablo a Jerusalén para el juicio. En realidad, a ellos no les interesaba juzgarlo. Estaban buscando una oportunidad para tenderle una emboscada, y matarle. La enemistad de estos judíos era de muerte. Aun el transcurso de los años no la hizo menguar. No estarían satisfechos ellos sino con la muerte de Pablo.

Sin embargo, Festo no les concedió su petición. No pensaba él estar mucho tiempo en Jerusalén. Como ya iba a regresar a Cesárea, y como Pablo también estaba allá, les dijo a los judíos que enviaran a los acusadores de Pablo ante él allá en Cesárea.

Este nuevo juicio se desarrolló en forma muy parecida al an­terior ante Félix. Nuevamente los judíos hicieron acusaciones falsas, y Pablo las negó, señalando que no existían evidencias que los respaldaran. Festo no deseaba declarar libre a Pablo porque, al igual que Félix, no quería disgustar a los judíos, con los cuales tendría que tratar mientras fuera gobernador. Le pre­guntó a Pablo si quería subir a Jerusalén para ser juzgado. Sabiendo Pablo que no tendría un juicio imparcial en Jerusalén, encomendó su caso a César. Cuando un ciudadano romano ape­laba a César ningún tribunal inferior podía intervenir. Así Pablo quitó su caso de las manos de aquellos que le habían tratado en una forma tan injusta. El Señor le había prometido a Pablo que le sería testigo en Roma. Ahora, ya se vislumbra la forma en que Pablo habría de llegar ahí.

 

2. La Dificultad

Festo tenía ahora un problema en sus manos. Pablo había apelado a César. La responsabilidad de Festo era enviar a Pablo ante César. Pero no tenía cargos que presentar contra Pablo. Sabía que al emperador no le gustaría recibir a un prisionero al que no le habían formulado ningún cargo; pero tampoco podía pensar de qué crimen se podía acusar a Pablo.

Festo vio una oportunidad para obtener ayuda en esta difi­cultad al recibir de visita al Rey Agripa y Berenice. Festo pidió que Agripa le ayudara a buscar alguna acusación para poder mandar a Pablo a Roma, porque suponía que el rey, siendo des­cendiente de Herodes el Grande, sabía más que él acerca de los judíos.

Le agradó mucho a Agripa tener esta oportunidad. Al día siguiente, él juntamente con Brenice y todos los líderes civiles y militares de Cesárea, se reunieron en la sala de audiencias para escuchar a Pablo hablar por sí mismo.

 

3. La Defensa de Pablo

La defensa de Pablo en esta ocasión fue muy semejante a la que hizo ante el gentío de Jerusalén (cap. 22). Nuevamente vemos un ejemplo de cómo Pablo adaptaba su mensaje a sus oyentes. Pablo sabía que Agripa estaba enterado de las costum­bres y las controversias de los judíos. Explicó lo que le había sucedido, para que así Agripa entendiera la enorme diferencia que el evangelio de Jesucristo produce en la vida de un judío.

Pablo habló de sus raíces judías. Los judíos sabían de su vida anterior como niño y corno joven, y sabían de la vida que había llevado en Jerusalén. Sabían también, que Pablo había sido un judío muy estricto, uno de los fariseos. Y aún más: sabían que Pablo había encabezado la persecución de los cristianos. Y cuan­do mataban a los cristianos, "yo di mi voto", dice Pablo (26:10).

(Muchos eruditos han tomado este dato como signo de que Pablo, a pesar de su juventud, ya se había hecho miembro del Sanhedrín antes de su conversión). Inclusive, había viajado a Damasco, comisionado por el sumo sacerdote, para aprehender a los cristianos y traerlos cautivos a Jerusalén para un juicio. Pablo se presentó ante Agripa como un judío con mucho celo por la ley de Dios, y con el deseo de hacer la voluntad de Dios. Fue a causa de este deseo, que se había convertido en perseguidor de los cristianos.

¿Cómo fue transformado un perseguidor en un hombre que predicaba a Cristo? La respuesta está en la experiencia que Pablo tuvo en el camino a Damasco. Cristo se le apareció, y le convenció de que en verdad él era Jesús, a quien estaba per­siguiendo. Luego, este Jesús vivo y resucitado, comisionó a Pablo a ser su misionero entre los gentiles.

Conforme iba Pablo hablando sobre su experiencia cristiana, estaba entretejiendo en su defensa sus creencias cristianas. Note como sus creencias están conectadas con su vida cristiana. Pablo declaró que él creía en la esperanza de la promesa que Dios había dado a los padres. Declaró su fe en la resurrección de los muer­tos. Dijo que Cristo le había enviado para abrir los ojos a los gentiles "para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí (Cristo), perdón de pecados y herencia entre los santifi­cados" (26:18). En esta declaración tenemos una presentación clara de la verdad de que los pecados de los hombres son perdo­nados únicamente por la fe en Cristo Jesús. Pablo, además, explicó a Agripa los acontecimientos de la muerte y la resurrec­ción de Cristo. Dijo que el Antiguo Testamento había profeti­zado que el Cristo había de sufrir, y habría de resucitar de los muertos, y que sería una luz a los judíos como a los gentiles. Estas creencias formaban el fundamento en la experiencia de Pablo.

Es fácil para nosotros hacer una separación entre nuestra fe y nuestra vida. A veces hablamos de una, a veces de la otra. Pero lo que Pablo aquí nos está demostrando es, que la mejor forma para testificar de Jesucristo es una combinación de las dos. Cuando hablamos acerca de lo que Cristo ha hecho por nosotros, podemos hablar con cierta autoridad. Pero es cuando presentamos la verdad del evangelio, relacionándola con nuestra propia experiencia, cuando mejor podemos dirigirles hacia Cristo, que es poderoso para salvarlos a ellos también.

 

4. La Reacción

La resurrección de Jesucristo era una verdad especialmente difícil de creer para los gentiles. Cuando Pablo habló de la re­surrección, Festo le interrumpió, "Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco" (26:24). Pablo no discutió con Festo. Simplemente dijo que no estaba loco sino que hablaba de verdad y de cordura. Desentendiéndose de Festo, se dirigió al rey, De­claró que sabía que el rey entendía de estas cosas, e invitó a que el rey Agripa creyese.

¿Por qué ignoró Pablo a Festo en aquel momento, y dirigió en vez su invitación a Agripa? Es porque se daba cuenta de que Festo aún no estaba listo para aceptar lo que le estaba diciendo, mientras que posiblemente Agripa sí. Por lo tanto, Pablo buscó la respuesta de Agripa que indicaría que éste había creído el testimonio de Pablo.

Pero Agripa aún no estaba listo para creer. No aceptó la invitación de Pablo de aceptar a Cristo. Regañó a Pablo con estas palabras, "por poco me persuades a ser cristiano". Pero Pablo insistió, declarando que ya sea en un tiempo corto o en uno largo, su único deseo para Agripa, como para todos los que le escuchaban, era que fuesen como él, menos en lo de las ca­denas. La cosa que más quería Pablo sobre todas las otras cosas, era que otros llegasen a conocer la gracia salvadora de Jesucristo.

Cuando terminó la entrevista con Pablo, Festo y Agripa con­ferenciaron, y llegaron a la conclusión de que Pablo no había hecho nada para merecer la muerte ni la prisión. En realidad, si no hubiera apelado a César, podía haber sido puesto en li­bertad.

 

***

 

CAPITULO 29

EL VIAJE

 

Léase Hechos 27.

 

Preguntas de Preparación

1.  ¿Qué trato recibió Pablo en su viaje a Roma?

2. ¿Cómo demostró Pablo ser hombre de influencia?

3. ¿Cómo salvó Pablo las vidas de sus compañeros de viaje?

 

Introducción

Con el objeto de evitar un juicio que no hubiera sido impar­cial, Pablo había apelado a César. Festo no podía hacer otra cosa sino enviarle a Roma, aunque tanto él como Agripa estaban de acuerdo en que no había razón para matar a Pablo o para encarcelarle. Así pues, Festo entregó a Pablo junto con otros prisioneros, a un centurión llamado Julio, para que éste le lle­vase a Roma para comparecer ante César.

 

1. El Viaje a Creta

En aquella época, los barcos no cruzaban directamente el Mar Mediterráneo. Se consideraba esto un viaje demasiado peligroso. Mas bien, los barcos navegarían por la costa, yendo de puerto en puerto, nunca alejándose de tierra firme. Se hicie­ron arreglos para que los prisioneros abordaran un barco que viajaba al norte, por los puertos de la costa de Asia. Más tarde serían pasados a un barco con destino a Roma.

A Pablo le trataron muy bien. Permitieron que fuera acom­pañado por un amigo, Aristarco. Lucas, el autor de Hechos, también viajó a Roma con Pablo. Esto lo sabemos porque usa "nosotros" al describir el viaje de Cesárea a Roma. Después de navegar todo un día arribaron a Sidón; donde el centurión per­mitió a Pablo abandonar el barco, visitar a sus amigos y recibir provisiones de ellos. Por lo visto, a Pablo no se le consideraba como un criminal común o de peligro.

Después de que el barco había zarpado de Sidón y habían navegado rumbo al norte, los marineros no pudieron seguir el rumbo que habían planeado. Los vientos eran fuertes y venían del oeste. Por lo tanto, en vez de navegar hacia el sur de Chipre, como hubieran hecho en circunstancias ordinarias, se vieron obligados a ir hacia el norte, orillando las costas de Cilicia y de Panfilia, hasta que al fin pudieron alcanzar el puerto de Mira, en la provincia de Licia. Encontraron ahí un barco de Alejan­dría, de Egipto, que se dirigía hacia Italia. Probablemente, éste era uno de los muchos barcos graneros, que llevaban comestibles a la capital. Tan pronto como salieron de Mira, los marineros comenzaron a tener muchas dificultades. El viento estaba en su contra, y tuvieron que navegar en forma muy lenta, hasta llegar a Gnido. Desde allí el viento ya no les permitió seguir en direc­ción al oeste. Así que se viraron hacia el sur, y pasaron debajo de Creta, orillando la costa sur de aquella isla, hasta llegar a un lugar llamado Buenos Puertos.

 

2.  La Tempestad

Ya los vientos contrarios habían hecho perder mucho tiempo al barco, y la travesía se hacía más peligrosa cada día al apro­ximarse el invierno. En aquellos días toda navegación se suspendía durante el invierno. Era costumbre que al llegar el in­vierno, los barcos buscaran puerto y ahí se quedaran.

Pablo aconsejó al capitán y al centurión que no deberían se­guir adelante, sino que deberían invernar en Buenos Puertos. Dijo que si continuaban el viaje, perderían la carga, y posible­mente hasta la vida misma. Pero al capitán no le pareció la idea de invernar en Buenos Puertos, por ser incómodo el puerto. Tanto él como su tripulación querían tratar de llegar a Fenice, un puerto en el lado poniente de la isla de Creta, en donde sí ten­drían mayores facilidades para pasar el invierno.

Es interesante notar que Pablo, a pesar de ser un prisionero, daba consejo aun al jefe de los soldados y al capitán del barco. Pablo claramente gozaba de mucha libertad de movimiento, y también hacía sentir su influencia en la embarcación. Su influen­cia se debía no sólo a que era un cristiano; sino más bien a que se comportaba como un hombre de gran sentido común y de mucha experiencia en el mar. Por eso, los encargados le permi­tían que diese sus ideas aunque no siempre le aceptaron sus su­gestiones.

Cuando comenzó a soplar un viento suave del sur, los marineros creyeron que había llegado su oportunidad. Levantaron el ancla, y navegaron por la isla de Creta, sin alejarse de la costa. Pero repentinamente cambió el viento, y un noreste que venía de tierra les agarró, les alejó de la isla y les arrojó a la alta mar ya embravecida. Sin poder luchar en contra del viento, los marineros tuvieron que ceder y se dejaron llevar por él. Lograron entrar a la protección de una pequeña isla llamada Clauda, y pudieron entonces tomar medidas para asegurar un poco más el barco. Tendieron sogas debajo del barco para ceñir las maderas y evitar que las olas las arrancasen. Luego, por temor de que iban a dar en la Sirte, una zona al norte de la costa de África donde muchos barcos habían naufragado, "arriaron las velas y quedaron a la deriva" (27:17). Como la tormenta seguía con toda su fuerza, echaron toda la carga al mar, y unos días después, hasta los aparejos de la nave. Después de ser llevados por muchos días, sin poder ver ni el sol ni las estrellas, perdieron la esperanza de salir de esta tempestad con vida. Fue en este momento, en el que toda esperanza se había esfu­mado, que Pablo se paró delante de todos y les animó. Les recor­dó que él les había dicho que no saliesen de Buenos Puertos, pero ahora les dijo que aunque se iba a perder la nave, ninguno de ellos perdería la vida. Dios le había enviado un ángel esa noche para animarle y prometerle que, por causa de él, todos los que navegaban con él se salvarían. "Con todo", dijo Pablo, "es nece­sario que demos en alguna isla" (27:26).

 

3. El Naufragio

Después de haber estado luchando en alta mar 15 días, los marineros, conocedores del mar, se dieron cuenta de que se esta­ban acercando a alguna tierra. Echaron la sonda y descubrieron que la profundidad era de veinte brazas (36 metros). Un poco después volvieron a sondear, y estaban a quince brazas (27 metros). Al estarse acercando a alguna costa en la oscuridad de la medianoche, y para no estrellarse contra las rocas, echaron cuatro anclas de la parte trasera del barco, y esperaron que llegase el día. Unos de la tripulación decidieron salvarse a sí mismos a costa de los demás. Pretendieron estar bajando un ancla en la parte delantera del barco, pero en realidad estaban preparando a echar la barca de salvamento en el que esperaban llegar a salvo a tierra. Pablo avisó al centurión, y le advirtió,

"Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros" (27:31). El centurión entonces ordenó a los marineros a que cortasen las sogas del bote salvavidas, dejándolo ir en el mar, obligando así a que los marineros se quedasen en la nave junto con los demás.

En la madrugada, Pablo animó a todos los que estaban con él a comer. Habían pasado quince días sin alimento; y todos estaban muy débiles. Ahora Pablo les dijo: "Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá" (27:34). Al decir esto, tomó pan, dio gracias a Dios y comenzó a comer. Los compañeros de viaje, animados por el ejemplo de Pablo, hicieron lo mismo que él. Después de que todos comieron, echaron al mar el resto de los víveres, para aligerar la nave para la pretendida maniobra de tocar tierra.

Al amanecer, pudieron distinguir la costa, pero no reconocie­ron la tierra. Vieron una bahía que tenía una playa, y los mari­neros, pensando poder hacer llegar hasta allá la nave, cortaron las anclas, soltaron el timón y se enfilaron hacia la playa. Pero antes de que pudieran llegar, pasaron sobre un bajo en el agua, donde se unían dos corrientes, y ahí encallaron. La popa del barco comenzó a hacerse pedazos por las olas, y pronto la nave comenzó a hundirse.

En este momento los soldados quisieron matar a los prisione­ros. Bajo la ley romana, los soldados eran responsables por los prisioneros, y si alguno escapaba, muchas veces se castigaba al soldado responsable con la muerte, por causa de su negligencia. Pero el centurión salvó a los prisioneros, puesto que quería sal­var a Pablo, por quien sentía ya mucho respeto. Ordenó brincar al mar a todos los que sabían nadar, y a aquellos que no podían hacerlo que agarraran tablas o pedazos de la nave, para poder flotar, y así llegar hasta la playa. De esta forma, aunque la nave se perdió, todos llegaron a salvo, tal como había sido dicho por Pablo.

 

***

 

CAPITULO 30

TAMBIÉN EN ROMA

 

Léase Hechos 28.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Qué le sucedió a Pablo en Malta?

2. ¿Qué aliento recibió Pablo llegando cerca de Roma?

3. ¿Cómo recibieron el mensaje de Pablo los judíos de Roma?

4. ¿De qué privilegios gozó Pablo en Roma?

 

Introducción

A pesar de que la nave en que Pablo y sus compañeros via­jaban fue totalmente destruida, todos los que estaban a bordo lograron salvarse. El naufragio ocurrió porque no se escuchó el consejo de Pablo; pero todos fueron salvos porque el consejo posterior de Pablo sí fue escuchado.

 

1. Melita (Malta)

Cuando los náufragos alcanzaron la costa, les salieron al en­cuentro los habitantes de la isla en que habían encallado. Esta era la isla de Melita (o Malta, como se llama ahora). Lucas se refiere a los nativos como "bárbaros". Esto no quiere decir que fueran salvajes rudos. Los griegos consideraban "bárbaro" a cualquiera que hablara otro idioma (no griego). Los isleños hi­cieron una fogata para que los pasajeros y náufragos de la tri­pulación se calentaran y secaran sus ropas. Al estar echando más leña Pablo sobre el fuego, salió una víbora obligada por el calor, de entre los troncos; se prendió de su mano y le mordió. Cuando los maltenses vieron esto, pensaron que Pablo debería ser un gran criminal porque habiendo escapado de la muerte en el mar, estaba condenado a sufrir una muerte súbita. Pero Dios obró un milagro. La mordida de la víbora no le causó ningún daño a Pablo. Y al ver esto, se asombraron y cambiaron de opinión totalmente, creyendo que Pablo era un dios.

Publio, el hombre principal de la isla, les dio la bienvenida a Pablo y a sus compañeros, recibiéndoles en su casa durante tres días. Estando ellos ahí, se enfermó el padre de Publio, y Pablo luego le sanó. Con esto, aumentó mucho la fama de Pablo entre los naturales, y no pocos fueron los que vinieron a él bus­cando sanidad. Podemos estar seguros, que Pablo no sólo les sanaba, sino que también les predicaba el evangelio. Por eso fue, que cuando al fin pudieron continuar su viaje, el centu­rión y los prisioneros, fueron despedidos con muchos honores.

 

2. El Viaje

Entre los barcos que habían pasado el invierno en Malta, ha­bía una nave alejandrina que llevaba un cargamento de grano a Roma. El centurión aseguró pasaje para sus soldados y sus prisioneros, y zarparon rumbo a Roma, haciendo escalas en di­ferentes puertos en la ruta. Al fin llegaron a Puteoli, donde encontraron hermanos que les recibieron con los brazos abiertos, y les pidieron quedarse con ellos una semana. El hecho de que el centurión lo haya permitido, demuestra la alta estima que tenía el centurión por Pablo.

Desde Puteoli, el grupo siguió el viaje hasta Roma por tierra. La noticia de su llegada se les anticipó, y varios de los herma­nos romanos salieron hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas (pueblos a 50 y 70 kilómetros de Roma respectivamente), para darles la bienvenida. Esto fue una cosa que sirvió de mucho aliento para el apóstol.

 

3. En Roma

Cuando llegaron a Roma, se le permitió a Pablo vivir en una casa aparte, no en la cárcel, pero siempre con un soldado, o va­rios, de guardia. Después de tres días de estar en Roma, llamó a una reunión de los líderes de los judíos. Les informó que esta­ba preso por causa de los celos y los odios de los judíos en Jerusalén. Los judíos romanos contestaron que ellos no tenían nin­guna información de Jerusalén acerca de Pablo. Estaban ansio­sos de escuchar todo lo que tenía para decir, y llegaron hasta su casa para oir su predicación. Pablo les habló y "les testifi­caba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persua­diéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas" (28:23). Algunos de los judíos sí creyeron en la predicación de Pablo. Pero otros no. Al no poder lograr un acuerdo general entre ellos, Pablo les recordó las palabras de Isaías, acerca del peligro de la incredulidad. Su conclusión fue: "Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán" (28:28).

Pablo permaneció en Roma por espacio de dos años. Conti­nuó viviendo en una casa alquilada, con un soldado de guardia. Había libertad para que la gente entrara y saliera y desde este lugar Pablo pudo continuar su ministerio "predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo" (28:31).

Lucas no dice que aquí termina la vida y el ministerio de Pablo. Simplemente es el fin del libro de Hechos. Lucas, en su narración, ha llevado a Pablo hasta Roma, el centro del mundo entonces conocido. Así se da cumplimiento a la promesa de Cristo en Hechos 1:8. El evangelio ha llegado hasta lo último de la tierra; por lo tanto, Lucas da fin a su relato.

 

***

 

CAPITULO 31

PRESO EN EL SEÑOR, OS RUEGO

 

Léase Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón.

 

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál fue el fondo histórico para cada una de estas epís­tolas?

2. ¿Cuáles doctrinas se realzan en estas epístolas?

3. ¿Qué enseñan estas epístolas sobre la vida cristiana?

 

Introducción

En nuestro último capítulo estudiamos la vida de Pablo hasta el final del libro de Hechos. Pero eso no fue el fin del ministe­rio de Pablo. Lucas nos dice, "Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo abiertamente y sin impedimento" (Hch. 28: 30-31). Durante esta época Pablo continuó su ministerio tam­bién por medio de correspondencia. Las cartas que estudiamos en este capítulo son aquellas escritas desde la prisión en Roma.

 

1. Fechas y Destinatarios

Estas epístolas probablemente fueron escritas entre los años 60 y 62 d.C., que son las fechas comúnmente dadas para el pri­mer encarcelamiento de Pablo.

La epístola a los Efesios es la única de las cuatro en que existe un poco de duda sobre sus destinatarios. El problema consiste en que algunos manuscritos antiguos omiten la frase del vs. 1, "que están en Efeso". Por ello, algunos eruditos creen que "Efe­sios" fue más bien una carta circular enviada a las iglesias de Asia Menor y no a la de Efeso. Posiblemente haya sido enviada primero a Efeso y luego circulada a las demás iglesias de Asia Menor.

La Epístola a los Filipenses fue escrita a los cristianos de Fili-pos, la primera ciudad de Europa en donde predicó Pablo el evangelio. La iglesia que ahí fue formada, fue ,1a primera iglesia europea, y fue fiel en sostener a Pablo a través de todo su mi­nisterio.

La Epístola a los Colosenses fue escrita a una ciudad pequeña a unos 160 kilómetros al oriente de Efeso, en Asia Menor. Pro­bablemente la iglesia de este lugar no fue fundada por Pablo, sino por algunos de sus ayudantes. Esto pudo haber ocurrido cuando Pablo estaba visitando a Efeso, cuando todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús" (Hch. 19:10).

La carta a Filemón fue dirigida a un miembro de la iglesia en Golosas y trata de un problema específico.

 

2.  Propósito

A veces llamamos a estas cartas las epístolas cristológicas de Pablo. En ellas se da importancia a la obra del Señor Jesucristo, y se aplica esta obra a la fe y a la vida de las iglesias. Cada epístola tiene su énfasis particular. Efesios habla de la relación que existe entre Cristo y la iglesia. Filipenses presenta a Cristo como la fuente de la unidad y el gozo cristiano. En Colosenses, Pablo realza la supremacía de Cristo sobre todas las cosas tanto hombres como ángeles, y ataca una herejía que negaba la su­premacía de Cristo. En Filemón, Pablo presenta a Cristo como el autor de la fraternidad entre los cristianos.

 

3. Bosquejos

Efesios                                                                                      Capítulos

I. La iglesia escogida en Cristo                                                            1

II. La iglesia formada en Cristo                                                           2-3

III. La iglesia caminando en Cristo                                                      4-5

IV. La iglesia sirviendo a Cristo                                                          6

 

Filipenses                                                                                 Capítulos

I. Gratitud por el amor cristiano                                                          1

II. Exhortación a la humildad cristiana                                      2

III. Instrucciones para la carrera cristiana                                            3

IV. Llamado al gozo cristiano                                                  4

 

Colosenses                                                                                Capítulos

I. La presentación del hecho de la supremacía de

Cristo                                                                                                 1:1-2:4

II. La refutación de un ataque a la supremacía de

Cristo                                                                                                 2:5-3:4

III. La explicación de los efectos de la supremacía

de  Cristo                                                                                           3:5-4:6

IV. Comentarios personales                                                                4:7-18

No presentamos un bosquejo para la carta de Filemón.

 

4.  Contenido

Hay muchas cosas que se repiten dentro de estas cuatro epís­tolas. Notamos en las epístolas a los Efesios y a los Colosenses no sólo semejanzas en cuanto a temas, sino también semejanzas en cuanto al lenguaje. Esto no significa que alguna de estas cartas salga sobrando; pues cada una ayuda más a nuestro en­tendimiento de la fe y de la vida cristiana. En vez de resumir cada una de las epístolas, nos limitaremos aquí únicamente a señalar las contribuciones especiales que cada una aporta.

 

Enseñanzas Sobre la Fe Cristiana

El libro de los Efesios comienza con un capítulo que habla de la soberanía de Dios en la elección de las personas que han de ser sus hijos. Pablo nos enseña que la elección de parte de Dios es la fuente de todas nuestras bendiciones espirituales; que él nos escogió "para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor" (1:4); y que el propósito de nuestra elección es el de mostrar la sabiduría y la gracia de Dios. Pablo siempre señala a Cristo como aquel en quien somos elegidos; y en quien tam­bién somos redimidos. El tema de Pablo en esta epístola es Cristo. Menciona la elección soberana de Dios, con el fin de respaldar el tremendo amor y el propósito inmutable de Dios que está detrás de la obra de Cristo por nosotros y dentro de nosotros.

En los dos capítulos siguientes, Pablo sigue con una descrip­ción de la forma en que Cristo nos ha redimido y ha edificado a su iglesia. Hasta antes de la venida de Cristo, el mundo estaba dividido entre judíos y gentiles, en circuncisos e incircuncisos. Por medio de Cristo, "vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo" (2:13). La iglesia de Dios desde entonces se compone de judíos y de gentiles, unidos por la obra del Señor Jesucristo.

El libro de Filipenses contiene un pasaje muy famoso sobre la humillación de Cristo. Con el objeto de enseñar a los hombres a ser humildes y obedientes, Pablo explica en forma breve pero clara la humildad de Cristo. Cristo estaba dispuesto a dejar su condición divina en el cielo, para venir a hacerse un hombre. Por cuanto fue perfectamente obediente en esta su humillación, Dios lo exaltó y le dio "un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (2:9-11). Pablo nos recuerda en este pasaje, que Jesu­cristo no sólo es nuestro divino Salvador, sino también nuestro ejemplo perfecto. Cuando dejó la gloria del cielo para hacerse hombre tomó nuestra naturaleza. Consecuentemente, él vino a ser el único a quien podemos seguir, así como el único en quien podemos creer.

En el primer capítulo del libro de Colosenses hay una descrip­ción de las excelencias del Señor Jesucristo, en la que se demues­tra que él es más excelente que cualquier otra cosa creada. Pablo le describe como "la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación" (1:15). Lo presenta como Aquél en que todas las cosas fueron creadas; como Aquél que está por encima de todas las cosas; y Aquél en quien subsisten todas las cosas. Como el punto culminante en su argumento, Pablo presenta a Cristo como la cabeza de la iglesia, en quien habita toda la plenitud del Padre. Todo esto lo acentúa Pablo por causa de una herejía que había surgido en Colosas, que negaba la autoridad suprema y la preeminencia de Cristo sobre todo. Había los que insistían en dar gloria a los ángeles además de honrar a Cristo. Querían exhaltar a los ángeles a una posición igual a la de Cristo, creando así una serie de escalones mediante los cuales el hombre podría acercarse a Dios. Enseñaban también, que los cristianos tenían que evitar los asuntos del mundo hasta donde les fuera posible. Añadieron a los requisitos de Dios, requisitos propios. Pablo advirtió a los colosenses de los peligros de ser "vanamente hin­chados por su propia mente carnal" (2:18). Explica que estas reglas humanas que dicen, "no tocarás" y "no beberás", aunque aparentan ser muy piadosas por exigir de nosotros humillación personal y austeridad para el cuerpo, sin embargo la realidad es que no nos ayudan en la lucha contra el mal. El obedecerlas únicamente nos hace sentirnos orgullosos y satisfechos de nosotros mismos.   Ninguna regla humana puede conducirnos a la verdadera santidad y a la comunión con Dios.

 

Enseñanzas Sobre la Vida Cristiana

Pablo aborda en estas epístolas muchos temas prácticos; pero hay en cada libro algunas cosas específicas que merecen nuestra atención especial.

El capítulo seis de Efesios es un pasaje sobresaliente. Pablo habla aquí de la armadura de un cristiano; nos recuerda que no podemos pelear en contra del pecado con nuestra propia fuerza, sino únicamente usando los medios que Dios nos ha dado. En verdad, este pasaje debería ser memorizado y perfectamente bien entendido.

El libro de Filipenses recalca el pensamiento del gozo cristiano. Repetidamente Pablo habla de cómo él se regocija, y cómo se regocijan los creyentes filipenses. Pablo ha aprendido a estar gozoso tanto en la adversidad como en la prosperidad; por lo tanto, exnorta a los filipenses a que hagan lo mismo. Dice Pablo, "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: Regocijaos" (4:4). Así debíamos ser, no porque no haya problemas en la vida, sino por causa de la presencia de Cristo. Pablo pudo decir, "he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesi­dad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (4:11-13). Nada puede hacer disminuir el gozo que Pablo tiene en su ma­ravilloso Señor.

El libro de Colosenses contiene aquel pasaje tan bello, en el que Pablo nos exhorta a buscar las cosas no de la tierra, sino las que están arriba. Por cuanto hemos muerto juntamente con Cristo, y hemos resucitado con él, Pablo dice "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (3:2).

Hay pasajes tanto en Efesios como en Colosenses que hablan de las relaciones de familia, un tema que sin duda es de mucha importancia. En ambas cartas, Pablo dice a los niños que obedezcan a sus padres, y a los padres a que traten a sus hijos con bondad y con amor. Estos principios son buenos, no sólo para la vida familiar; sino para los negocios, la iglesia, y para todo lugar en que los hombres trabajen juntos. Aquellos que están en posiciones inferiores deben ser obedientes, y aquellos que ocupan po­siciones de influencia deben ser bondadosos y amorosos.

El libro de Filemón es un ejemplo de la forma cristiana de vivir. Onésimo, el esclavo de Filemón, había robado dinero y se había escapado a Roma. Ahí se encontró a Pablo, y se convirtió. Pablo le dijo que volviera a Filemón, su antiguo amo, y le dio esta carta, para que Filemón le recibiese bien y le diese un trato bondadoso. En la epístola se manifiestan la justicia cristiana, y también el amor

 

  Pastor CELSO DA ROSA

 


Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis